¿Qué tienen en común las altas temperaturas y las feministas?


21 marzo, 2023


Género 

Las temperaturas altísimas de estas últimas semanas alertan sobre un futuro incierto y desesperanzador. Aún así, ni funcionarios ni políticos o políticas se pronuncian al respecto. El calentamiento global y sus efectos son claros en nuestra cotidianidad.

Los destrozos en las oficinas de electricidad son la muestra de que la paciencia social tiene un límite y el agotamiento es total. Y si bien la militancia contra el cambio climático existe por sí misma, son los movimientos feministas socios de una misma lucha: modificar de raíz cómo nos vinculamos con todo el resto de las cosas.

Para entender los puntos en común entre estas dos miradas de ver al mundo, charlé con Agustina Grasso, periodista ambiental y docente universitaria y con la activista Connie isla. ¿Qué pasa con la contaminación, las tierras y las mujeres? ¿Por qué somos las más perjudicadas a la hora de hablar del calentamiento global?

“La crisis climática y la desigualdad de género se encuentran totalmente relacionadas. Sin ir más lejos, uno de los puntos del pasado 8M de los colectivos feministas fue el pedido de la aprobación en el Congreso de la Ley de Humedales, deuda más que pendiente de la agenda ambiental en un país con más de 600.000 km² de humedales (21,5% de la superficie de Argentina)”, expresa Grasso.

La quema de tierras para la siembra es un problema urgente del que todavía ningún funcionario o funcionaria hizo alusión formalmente. La Convención Internacional sobre los Humedales, la Convención de Ramsar -a la que Argentina adhirió en 1991-, estimó que desde 1970 se había perdido un 35% de los humedales a nivel mundial. Desde ese año la región que más pérdida y degradación de humedales ha tenido es Latinoamérica y el Caribe con una disminución del 58%.

En los últimos 2 años se presentaron 15 proyectos de ley de protección de estos espacios en el Congreso, muchos de ellos de la mano de los movimientos feministas. “Una de sus consecuencias claves y directas son estas olas de calor. Los humedales almacenan más carbono que ningún otro ecosistema”, indica Agustina y agrega: “El ecofeminismo se ve en las prácticas de muchísimas mujeres y disidencias, en sus luchas por la defensa de los territorios, de la salud, y contra todas aquellas actividades extractivas que defenestran los derechos de la naturaleza e impactan en la crisis del planeta”.

Por su parte, Connie sostiene: “Las mujeres y disidencias tenemos una fuerza increíble y esto queda en evidencia en las últimas décadas de la historia en donde los movimientos feministas se alzaron en contra de un montón de realidades. Entonces así como el cambio climático es una lucha totalmente efervescente y el feminismo también, no es casualidad. Tampoco que sean luchas que estén lideradas por mujeres. No estoy hablando de luchar de guerra, porque ahí sí están los hombres, nuestra lucha propone una lucha libre de violencia. No es es una lucha más, apela a la reflexión y obviamente a la urgencia”.

LA TIERRA NUESTRA DEFENSA

Durante siglos tanto el suelo como nuestros cuerpos fueron, y continúan siendo, territorios de conquista. Lo vimos en la lucha por el Aborto Legal, Seguro y Gratuito pero también en las resistencias mundiales a la hora de acceder a este derecho tan básico y fundamental.

A su vez son las mujeres y disidencias quienes históricamente trabajaron el suelo y cuidaron la siembra mientras. La defensa de los espacios de vivienda, el cuidado de la pachamama en las sociedades originarias estuvo y está protagonizado por mujeres. “Hay muchas referentas ambientales que levantan las banderas de defensa de los recursos naturales en sus territorios. Según cifras internacionales, el 60% de las luchas la encabezan líderes mujeres. Un gran ejemplo fue Berta Cáceres: mujer indígena, defensora de los Derechos Humanos en Honduras. Ella alzó su voz por los derechos del pueblo Lenca y en marzo de 2016, la asesinaron en su propia casa”, relata Agustina.

“Si bien nos afecta a todos, las mujeres y disidencias como sujetos de derecho y además con conciencia ética y raciocinio nos organizamos y nos alzamos en contra del cambio climático. También en contra de la violencia sistemática y el mal manejo de la basura, la tala de árboles indiscriminada y las migraciones forzadas”, agrega Isla.

LAS MÁS PERJUDICADAS ANTE LA ECODESIDIA

La Organización de las Naciones Unidas señala que el 80% de las personas desplazadas por el cambio climático son las mujeres. “Existen diversos estudios científicos que explican que los desastres naturales se cobran más vidas de mujeres que de hombres debido a factores socioeconómicos. La Comisión Económica para América Latina y el Caribe plantea que las mujeres son más pobres que los hombres. En Argentina ganan, en promedio, un 29 % menos en el sector formal y un 35,6 % menos en el sector informal. Ante este panorama, son quienes se ven mayormente afectadas por la crisis climática, por ejemplo, en el acceso al agua, la agricultura, los desastres naturales, la energía y la salud. Y ni que hablar que las mujeres al estar, en general, abocadas a tareas de cuidado, suelen ser las primeras en detectar las consecuencias de en la salud de problemáticas socioambientales”, explica Grasso.

Con estas desigualdades comprobadas sobre la mesa, las mujeres y disidencias tenemos una participación baja en los procesos de toma de decisiones en las distintas esferas del poder. “Por mi trabajo, muchas veces me toca conocer historias de cerca con mujeres y niñes como víctimas de problemas socioambientales y muchas veces, ellas ya saben cuáles son las soluciones a seguir. Pero no tienen los recursos para salir adelante. El propio ecofeminismo plantea que son ´territorios de sacrificio´, estas zonas empobrecidas, donde se traspasó la barrera de derechos ambientales y sufren las consecuencias directas del sistema de consumo”, agrega.

Desde el 2015 hasta la fecha, la sociedad argentina aprendió muchísimas cosas respecto a las desigualdades estructurales. Aún así y de forma pausada pero concreta, la lucha de los movimientos feministas se diluye entre crisis mundial, postpandemia y la sutil naturalización de la violencia. Argentina entendió que vivimos en un mundo machista pero, al parecer, los cambios, si llegan, lo harán a cuentagotas.

Así como nos acostumbramos de a poquito a esa cruda realidad, ¿sucede lo mismo con la contaminación? ¿Estamos destinados y destinadas a mirarlo desde afuera sin esperanzas de un cambio real? “En este sistema, tanto las mujeres, disidencias, como la naturaleza, somos arrasadas y explotadas. Tanto en los feminismos, como en las luchas ambientales son las mujeres quienes encabezan los reclamos de defensa de nuestros cuerpos, territorios, de nuestra salud”, sostiene la periodista.

ARGENTINA RESISTE

En el mundo el escenario es complejo. La ONU indica que las consecuencias del calentamiento global son las altas temperaturas, las tormentas más potentes, el aumento de las sequías, el aumento del nivel del océano y calentamiento del agua, la desaparición de especies, la escasez de alimentos y, para coronar, más riesgos para la salud, aumento de la pobreza y el desplazamiento desesperado de poblaciones enteras para sobrevivir.

Los derechos humanos son bandera en nuestro territorio y aunque en muchísimos lugares no se cumplan las leyes, existen. Pero para eso, los movimientos y el activismo tuvieron que tener un papel preponderante y la defensa de nuestras tierras, banderas de lucha. “Hay muchos ejemplos en nuestro país: de las Madres de Ituzaingó contra los agrotóxicos en Córdoba, las Madres del Agua en Mendoza, la causa Matanza-Riachuelo que la encabeza una mujer, o en los 90 con las Asambleas de Nonogasta en La Rioja por las curtiembres que eran organizadas por mujeres, que eran las primeras que veían cómo la contaminación afectaba la salud de la gente, nos damos cuenta que es clave protegernos entre nosotras de la violencia doméstica y del sistema”, detalla Agustina.

La crisis es profunda y se nota. Las políticas públicas son insuficientes y el calor insoportable. A su vez la ONU indica que la pandemia retrasó más de una década el cierre de las desigualdades de género que ya tenía una triste fecha estimada: 300 años. Y advierte, además, que en 2050, el acceso al agua y a otros recursos naturales será escasísimo.

“En pleno 2020, se frenó el mundo por una pandemia que nos mostró en la cara cómo debíamos repensarnos a nivel ambiental, climático, energético, hídrico y alimenticio; y tanto el feminismo como el ambientalismo somos parte del replanteo de las bases de este modelo”, sostiene la activista.

¿Qué queda por hacer? ¿Es este el principio del fin de todo lo bueno que el planeta tiene para ofrecer? “Desde la pandemia empezaron a surgir palabras con más fuerza como soberanía alimentaria, agricultura holística, basta de desmontes, fin del cambio climático, soberanía energética, cuidado del agua y Justicia ambiental. Pero los grandes generadores de basura, las grandes industrias y los modelos agroexportadores, durante y después de la pandemia, siguen teniendo los mismos. Debemos generar un cambio de paradigma desde las raíces. No se si podremos revertirlo, pero sí creo que al menos evitar que se siga profundizando”, finaliza Agustina.

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Con información de Filo

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