04-12-20 «Recién ahora empecé a dormir sin pastillas” cuenta la actriz y productora en esta charla en la que afirma que fue el amor de su familia el que la sacó adelante en los momentos más oscuros de su vida
Me prostituí en el medio”, dice Nazarena Vélez, que confiesa que su trabajo no lo hace por pasión sino por dinero. “Sería una falsa si te dijera que el arte está en mi cuerpo”, remata la actriz y productora, que afirma que su prioridad indiscutible es la familia y sus tres hijos.
Dueña de una vida en la que atravesó más de un dolor, con pérdidas irreparables como su hermana Jazmín, y su por entonces marido Fabián Rodríguez, padre de su hijo menor, Nazarena fue a cada paso reforzando una personalidad guerrera e independiente. “Nunca estuve esperando un tipo que me venga a salvar -le explica a Teleshow-, siempre me banqué a mis hijos sola”.
Actualmente, encontró en la producción un motor profesional que no sentía arriba del escenario. Tiene en la cartelera virtual una obra que une a sus amores: la carrera y los afectos. Herman@s, el espectáculo que se presentará el 4 y 5 de diciembre por streaming, cuenta con la participación de su actual pareja, Santiago Caamaño, y su hija, Barbie Vélez.
—¿Cómo estás viviendo la experiencia de trabajar con Barbie y Santiago?
—Soy muy respetuosa de mi familia y como productora, muy ubicada. Sé para lo que te contrato, confío y veo en vos algo que necesito, entonces te dejo hacer. Barbie me gusta mucho como actriz. Trasciende más allá de la belleza increíble que tiene, o de “ser hija de…”. ¿Qué mejor que hacer algo de calidad y que mi hija se luzca? Es un placer, y yo soy cero invasiva. Lo mismo me pasa con Santi.
—¿Cómo sos como productora para negociar la plata?
—No soy rata porque también soy actriz, o al menos laburé como actriz, porque no me considero actriz pero laburé. Laburo en este medio porque necesito la guita y entiendo que todos somos iguales. Algunos pueden ser más apasionados, pero yo laburo 100% por la guita, no me mueve otra cosa. Sería una falsa si te dijera que el arte está en mi cuerpo. Escucho colegas decir: “Me moriría arriba de un escenario”, o “¡Lo que extraño!”. Yo no. Lo hice siempre con mucho respeto y lo voy a seguir haciendo porque necesito la guita, pero no es una pasión. Entonces, a la hora de negociar la plata, es muy importante pagar lo mejor que puedo, tanto a los actores como a los directores.
—¿Dónde están las pasiones de Nazarena?
—En mi familia: nací para ser mamá, soy una apasionada. También me gusta producir: hace diez años descubrí que me encanta. Lo había hecho siempre, pero sin cobrar. Soy 100% sentimental, pero tengo otras pasiones que tienen que ver con el trabajo. Producir me genera una pasión muy interesante que no tenía para actuar ni para otras cosas.
—La producción es algo que llegó a tu vida un poco más avanzada en tu carrera. Si mirás para atrás en un recorrido con tantas cosas hechas, ¿de qué decís: “No sé cómo hice esto, ¡qué caradura!’’?
—En el 90% de las cosas (risas). Todo lo miro y digo: “Soy una caradura”. Me veo cantando y digo: “¡Qué chorra!”. Siempre lo supe. Le metía actitud y era un sueldo, plata, una vidriera. Lo mismo con el Bailando: me puedo llegar a defender, pero… Tampoco me tomabas las tres horas de ensayo porque estaba haciendo 800 cosas más. Mi prioridad siempre fueron mis hijos. Lo mismo me pasó con el teatro. Muchas veces he subido a un escenario a hacerlo de taquito. Con respeto, pero para sacarme la obra de encima. Hay un montón de cosas en las que me siento chorra.
—El Bailando o ese tipo de trabajos son grandes producciones con picos de rating que te sirvieron también para ir construyendo quién sos. ¿Recordás algún trabajo que hayas hecho por plata, que digas: “Qué vergüenza, esto es un papelón”?
—No me avergüenzo de nada. Por supuesto, hoy con 46 años digo: “¿Qué necesidad?”. Me he vestido de Cleopatra entangada. ¡Eso no le puede gustar a nadie! Y lo he hecho. Hoy, me cago de risa hoy. Veo el caño en Showmatch, tirándome champagne, y digo: “¿Con qué necesidad, señora? Vaya a recostarse”. En ese momento me generó un montón de boliches y cobraba un montón. Ya era mamá de Barbie y del Chyno (Agostini), necesitaba pagar la obra social. En un montón de cosas me prostituí en el medio. No me dio el cuero para prostituirme realmente: vengo de una educación católica, me formaron de una manera, me casé virgen. Pero en la profesión nunca me molestó hacer cosas por plata. Pude mantener a mis hijos sola, nunca le he pedido un centavo a los padres, siempre me banqué a los tres. Lo digo con mucho orgullo: decidí tenerlos y los tengo que mantener, que cuidar. No me avergüenza nada de mi laburo.
—¿Barbie sigue viviendo en tu casa ahora que pasamos del aislamiento al distanciamiento?
—Sí. Nos amamos un montón, tenemos una relación de mucha amistad, de mucho amor. La respeto, la admiro. Me ayudó mucho. Mi hija ha sido un pilar increíble. La tuve a los 19 años, era una nena. Me equivoqué un montón y siempre estuvo a mi lado con la comprensión de una mina gigante.
—¿Cómo está el Chyno y tu vínculo con él?
—El Chyno es un rebelde por naturaleza. Se tatuó “Solo”… Y es la persona que menos sola está en el mundo. Daniel (Agostini) no puede estar más arriba de él, yo también, de una manera asfixiante. Se hace el rebelde porque está en una edad difícil. Quiere pertenecer al mundo del trap, y ahí entrás si realmente tenés esa calle. Entonces, necesita despegarse de una imagen muy fuerte que tiene de mamá y papá. Está tratando de hacer su camino. Se equivoca como todo nene de 20 años, pero es un sol, no puede ser más respetuoso y amoroso. Me manda mensajes y me dice: “Mami, fijate que me falta una campera”. Le digo: “¿Necesitás guita?”. “No te pediría nunca guita, mamá, sé que la necesitás y la laburás”. Es súper independiente. Estoy muy orgullosa de mis tres hijos.
—¿Cómo te manejás con la plata con Santiago? ¿Cómo es la economía doméstica?
—De mi casa me encargo yo. Santiago tiene su casa en Avellaneda, por supuesto, se hace cargo de sus gastos, de todo lo que consume, de sus cosas, pero de mi casa, de mi familia, de la luz, del gas, de la obra social, como siempre, me encargo yo. No es algo que me pese. Nunca estuve esperando un tipo que me venga a salvar, si no, no me hubiese separado tantas veces.
—¿Nunca tuviste la fantasía de tener un tipo que tenga espalda que te pueda bancar?
—Sí, claro. Siempre digo: “No puedo ser más estúpida. Santiago… Ya estaba de retirada y te agarro a vos que sos actor, la venís remando, no tenés un peso. ¿Por qué no enamorarme de un magnate que me haya dejado ya toda una herencia?”. Mis parejas nunca estuvieron mal, pero no me dejaron un centavo. “¿Les querés dar a tus hijos? Bien. Y sino, este besito es para vos”. Son puntos de vista.
—Empezaste de muy chiquita en un ambiente difícil: ¿cómo fue el vínculo con las drogas y las adicciones en estos años?
—La cagué mucho con las anfetaminas. La cocaína siempre me dio mucho miedo, mucha oscuridad. El faso no me genera nada. Las anfetaminas se apoderaron de mí durante 10 años. Siempre tuve una guerra con mi cuerpo: me odiaba, me veía gorda, no me gustaba, me veía celulítica. A los 19 años fui mamá y me empezaron a salir estrías. Siempre tuve mambo. Recién me pude reconciliar después de la muerte de Fabián. Entendí que me reconciliaba o me iba a terminar muriendo, y no podía hacerle eso a Titi. Fue re difícil. He llegado a tomar más de 30 pastillas, mezclaba ansiolíticos y cosas fortísimas, además de las anfetaminas. Recién ahora empecé a dormir sin pastillas. Estoy intentando, pero me duermo a las cuatro y media de la mañana. Me quedó un trastorno. No se habla de las anfetaminas como se debería. Da mucha vergüenza decir que te estás empastillando para adelgazar.
—Se siente la exigencia hacia lo físico. Tenemos que estar perfectas siempre, tener un bebé y estar a las tres semanas de vuelta en la televisión o en Instagram con una cintura impecable.
—La peor pandemia que tenemos en este país es la gordofobia. Vas a Brasil y es otro mundo. Nadie está mirando a la gente que tiene un culo gigante con una tanga increíble. Divinas, diosas, disfrutando de la vida. Andá acá sin pareo… Por eso estaba re traumada. Iba a la playa, me sacaban una foto y ponían: “Nazarena sin Photoshop”. Hasta hace muy poco se hacía eso y una vivía presa de una locura.
—¿Cómo fue ese click que mencionaste después de la muerte de Fabián?
—Fue antes. Se me desata todo cuando fue la pelea con Moria en 2009. Tengo que ir a un psiquiatra, casi me internan, tuvieron que firmar mis viejos haciéndose cargo porque venía con 10 años de adicción a las anfetaminas. Ahí fue un clic muy grande. Estaba embarazada de Titi, había engordado como hasta 110 kilos y pensé en volver a tomar pastillas. Como buena adicta pensé: “Tomo nada más para adelgazar lo de Titi y ya”. Después muere Jazmín y cuando vi el sufrimiento de mis papás y de mi familia fue tremendo. No podía dejar a mi papá y a mi mamá. Retrasé una obra de teatro, estaba embarazada y no me importaba ni el embarazo. Ahí dije: “No puedo ser tan hija de puta de seguir tomando pastillas y de provocar un dolor así siendo consciente, a mis hijos, a mis viejos”. Ahí dije: “Chau”. Después Fabián me terminó de mostrar que lo más desgarrador que le puede pasar a una familia es perder a un ser querido. Entonces, uno tiene que tratar de quedarse acá lo más que pueda. Más cuando tenés hijos.
—La celulitis deja de ser tan importante.
—Ahora tengo un culo, mi amor… Y estoy feliz. Te lo juro.
—Se viene nuevamente en la Argentina el debate por la legalización del aborto. ¿Cómo lo vivís?
—Me encanta. No nos podemos seguir haciendo los boludos. No es un tema fácil: toda mi familia estaba en contra, mis papás son muy católicos, yo también soy muy católica, pero no soy estúpida y no me voy a dejar llevar por el mandato de la Iglesia porque sino, no me tendría que haber separado. Hay que dejar de lado las religiones y priorizarnos como personas. Muchísimas mujeres se están muriendo por hacerlo de manera clandestina. Uno no puede ser tan egoísta. Mucha gente no recibe la educación sexual que yo recibí: me picaron los sesos. Y siempre les hablé mucho a mis hijos y los eduqué sexualmente con libertad, no como me criaron mis viejos, que los amo y los banco porque esa es la manera que los a ellos criaron también. Hay que entender que el aborto clandestino existe más de lo que uno quiere pensar. Es un debate muy largo.
—En cuanto a la sexualidad y la libertad, ¿qué pasa si Santiago busca tus tapas de revista y te pide recreearlas?
—”¡Andá a comprar Playboy!”, le digo (risas). No. Santiago es celoso, no le copa. En mi Instagram levanto bastantes TBT de tapas y me río de guarradas que hice, y él: “Hummmm”. Esas no las comenta nunca (risas).
—Ni hablar de poliamor.
—¡Jamás!, me mata. Igual no me gusta, no lo haría. Soy bastante tradicional. Me criaron muy chapada a la antigua: no soy una mina de ir a garchar. Me quedó el rollo de mis viejos. Siempre tiene que haber un noviazgo o al menos una intención. Soy hasta aburrida, disfruto a mi manera. No me gusta mucho el sexo oral. Nunca duermo desnuda porque pasan los pibes. Sexy cero, siempre vestida porque estoy en familia, soy muy cuidadosa. No soy como la Alfano, que te andaba desnuda, divina con ese lomo. Soy bastante enroscadita.
Fuente : Infoshow