Dice que ahora es mucho más feliz que antes y refleja que si la Argentina no se clasificaba para el Mundial las consecuencias hubieran sido peores que «irse a la B»; el DT que asoma
¿Qué mueve a una persona? ¿Quién la ayuda? ¿Cuándo hace clic? ¿Cómo hace para aprender y aceptar que «de ahora en más…»? ¿Por qué cambia? Javier Mascherano está en este momento muy lejos en tiempo y espacio de Sunchales, el pueblo de Santa Fe donde hace dieciocho años se puso la camiseta de la selección argentina por primera vez en la vida. Era otro siglo. Se puede ser arbitrario y concluir que tuvo que pasar tanto para que este hombre diera un giro gigantesco y, aquí y ahora, al otro lado del mundo, pueda aflojar los músculos de la cara y decir: «Soy mucho más feliz que antes». Lo dice con la voz, con la cara y con el cuerpo, que se mueve hacia adelante para darle más fuerza a la idea. Entonces se abre. Y cuenta, mientras al otro lado de la ventana de un hotel el invierno avisa que ya está acá.
«Cambié, aunque parezca increíble. Hice el clic porque me cansé de todo lo otro y me dije: Me quedan dos o tres años más de carrera, quiero disfrutarlos. Ya todo lo que tuve que volverme loco, preocuparme, lo hice. No significa que ahora no me importe nada, pero quiero mirar desde otro lado. También pueden hacerse las cosas disfrutándolas. Casualmente, esta es la temporada en la que menos juego en Barcelona de las casi ocho que llevo, y la vivo diferente. Me mato por jugar, pero estoy preparado para disfrutarlo cuando me toque. Lo entendí. No tengo que demostrar nada, sólo ser yo», explica Mascherano.
-¿Este Mascherano «zen» nació en terapia?
-No, nació solo, cuando… Me di cuenta de que en mi locura arrastraba a los demás y cambié; les hacía vivir cosas que no merecían. Y yo tampoco. Hace poco leía que Nelson Vivas decía que vivimos persiguiendo una zanahoria, y me sentí totalmente identificado. Contaba que nunca había disfrutado y que siempre pensaba que lo iba a hacer en el futuro… ¿De que sirvió haber jugado 20 años al fútbol, que es lo que te gusta, y no haber podido disfrutarlos? ¿Qué? ¿Vas a mirar las fotos después de que todo pase? Ahora soy mucho más feliz que antes, te lo juro. Paradójicamente ahora, que juego menos.
«Hace tiempo que las balas no penetran en el grupo de la selección. Si no hubiéramos dejado de venir. ¿Para qué? ¿Para escuchar a un periodista armar un editorial de 20 minutos diciendo que sos un vendehumo?»
-¿Y con las críticas también te llevás diferente?
-Me río de mí mismo, así que no me molesta que lo hagan los demás. Cuando hago una burrada, me río, me cargo delante de mis compañeros. No tenemos que hacer una tragedia de cualquier cosa. Ahora, una cosa es eso y otra que me sigas cargando por algo que pasó hace tres años, o haciendo foco en eso. Ya pasó.
-Es lo que pasa con Higuaín.
-Es una injusticia tremenda eso, Gonzalo es un jugador de primer nivel mundial. Él lo sabe, no tiene que demostrarle nada a nadie. Te tenés que preocupar si el entrenador o los que gestionan te marcan algo. Si no, adelante.
-Pero una cosa es cómo lo maneja cada uno individualmente y otra, que no afecte al grupo.
-Hace tiempo que las balas no penetran en el grupo de la selección. Si no, hubiésemos dejado de venir. ¿Para qué? ¿Para escuchar a un periodista armar un editorial de 20 minutos diciendo que sos un vendehumo, que esto y lo otro, cuando él no puede hablar de su vida privada? Es problema suyo, yo me fijo en qué puedo ser mejor. ¿Qué es lo grave que puede pasar? ¿Que se haga lobby y el entrenador de turno no me llame más? No me llamará más, no pasa nada. Te juro que lo vivo así. Ahora el comentario de moda es que me autoconvoqué para el Mundial: sí, le puse un revólver en la cabeza a Sampaoli y le dije «llevame» (se sonríe).
-Con esa filosofía te va a costar menos matar al jugador de selección que nació a los 15 años.
-En agosto del año que viene te digo, pero supongo que sí. Las etapas se terminan. Sería un sueño hacerlo en un Mundial y de la mejor manera, pero si es antes, nadie me va a quitar los años que viví acá desde que en 1999 entré por primera vez al predio de la AFA. El recorrido me lo gané a pulso, no le pisé la cabeza a nadie. Ahora, cuando llegó Sampaoli, fui suplente contra Uruguay, por ejemplo, y no hay ningún problema con eso. En su momento era capitán de la selección y suplente en Barcelona, y el propio Guardiola dijo que nunca había tenido un inconveniente conmigo. Entiendo que el entrenador no atenta contra él mismo, así que siempre va a poner a los mejores para que les vaya bien a todos. Es lo que toca, y así lo hablamos con Jorge la primera vez que nos sentamos.
Aunque el frío bajo cero de Moscú se empeñe en apagarlo, se palpa que el calor que vino de adentro de la selección aquella noche de Quito pervive. Se nota en los gestos, en el clima, también en la mirada atrás que ensaya Mascherano para poder ver adelante. Porque aunque esté en Rusia, cree que cuando se vuelva aquí en siete meses el aprendizaje se tendrá que haber hecho callo. «En estos meses tuvimos que sobrellevar una situación que Leo y yo ya habíamos vivido con Maradona, y también Kun, aunque con otra responsabilidad, pero que a la mayoría de los chicos no le había tocado. Es muy diferente jugar para ganar que jugar para no perder», arranca de nuevo, mirando en el espejo del tortuoso final de las Eliminatorias.
-¿No clasificarse al Mundial era como irse a la B en un club?
-Era irse a la B… Bah, no. Cuando te vas a la B, al siguiente año volvés a ascender. Acá las consecuencias eran peores, tanto para nosotros como para el fútbol argentino en sí.
-Jugaron más con la cabeza que con los pies…
-Después del empate con Venezuela, nos dijimos que teníamos que centrarnos en lo que podíamos controlar: jugar al fútbol. Los resultados, los rivales, el contexto, la atmósfera, la presión… No podés controlarlos. Las situaciones hay que vivirlas, hay que sufrirlas y también saber sufrirlas. Después vino Perú y la sensación fue todavía peor porque jugamos bien, nos centramos sólo en eso, y tampoco. Pero los resultados volvieron a darnos una vida.
«No ir al Mundial era irse a la B… Bah, no. Cuando te vas a la B, al siguiente año volvés a ascender. Acá las consecuencias eran peores»-Ahora la mochila se vació, ¿cómo van a construir algo superador para poder pelear el Mundial?
-Para que esto quede en el olvido hay que analizar lo que pasó y no volver a cometer esos errores, porque si no, no avanzaste nada. Te quedaste paralizado, tuviste la fortuna de pasar el momento y nada más. Nuestra responsabilidad es crecer, crecer, crecer y llegar al Mundial de la mejor manera.
-En este tramo la selección tuvo tres entrenadores en las eliminatorias, como nunca antes, mientras la AFA volaba por los aires… ¿Quedaron en el medio del desmadre?
-A mí no me gusta hablar de la dirigencia, pero seguro que hubo consecuencias de todo eso. Pasó que en todo este tiempo, en el momento en que el equipo mejor estaba jugando, el entrenador se iba. El partido contra Alemania fue posiblemente el mejor de la era Sabella, por todo. Y se fue. La mejor versión de la etapa Martino se vio en la Copa América de Estados Unidos. Y se fue. Bauza llegó en el medio de la nada, ganamos y perdimos, pero no le vamos a acarrear las culpas. Y también se fue. ¿Y entonces cómo hacés, si cada vez que el grupo entiende, agarra la dinámica del técnico, empieza a demostrarlo con convicción, empezamos de cero de nuevo? Es armar y desarmar todo el tiempo, y la selección no es un club en el que cada uno va por donde quiere. Acá el compromiso es más grande, donde cada chico que se suma necesita sentirse arropado desde el principio, al que también hay que darle tiempo para adaptarse porque todos llegamos alguna vez y necesitamos de los grandes. Todo lo que pasó ralentiza el crecimiento, y llegamos a la situación actual, en la que corremos de atrás respecto de otras selecciones, como en algún otro momento estuvimos adelante y llegamos hasta donde llegamos.
-¿Fue un error de los referentes no haber levantado nunca la voz durante todo ese proceso de desintegración?
-¿Y ante quién la íbamos a levantar? ¿A quién le hablábamos? ¿Quién dirigía? Se estaban peleando por el poder, vivimos el 38-38 de la elección de presidente, después vino el Comité de Regularización… Decime a quién podíamos ir y decirle algo.
-Podían expresarse como grupo, públicamente.
-¿De qué servía? Mirá, algo parecido ocurrió con el básquet, pero los chicos podían hablar porque eran la Generación Dorada, nosotros somos la generación del fracaso. Si salís a hablar te dicen «¡encima que no ganás nada, te quejás!». Acá para cambiar las cosas tenés que tener las llaves del ganador, sino pareciera que no servís.
-Decís «somos la generación del fracaso». ¿Lo creés así?
-Nooo, no generalizo. Hay mucha gente que nos agradece por lo que hacemos acá, pero tampoco hay nada que agradecer, si lo hacemos para nuestro beneficio, para sentirnos bien nosotros. Obviamente que si así podemos hacer sentir bien a los demás, mucho mejor.
-¿Atrás de cuántos viene la Argentina en la recta final al Mundial?
-De Francia, España, Brasil, Alemania, que siempre aparece aunque ahora está en recambio, Bélgica, que mantiene un gran equipo… Pero en siete meses pueden pasar muchas cosas, hay que ver cómo llegan los jugadores importantes al Mundial.
-¿En qué punto están ustedes?
-No estamos en nuestra mejor versión, ni mucho menos. Tenemos la urgencia de mejorar. El entrenador está buscando la base, que no la tiene clara todavía, y trata de innovar. Es lógico, lleva 6 partidos, necesita encontrar las respuestas que se amolden a la idea que tiene. Quiere protagonizar, que seamos ofensivos, le gusta eso. En las eliminatorias fue más complejo, pero ahora es otro momento. Hablo mucho de fútbol con él, te da la oportunidad de opinar y la aprovecho. A los dos nos gusta eso.
-¿El entrenador que siempre tuviste adentro ya está listo para emerger?
-Tengo el gran miedo de no estar a la altura, pero me encantaría intentarlo. Si sirvo, excelente, ¿qué mejor que dedicarme 20 o 30 años más a esta profesión?
Fuente: La Nación