Historias de mujeres que eligieron no tener hijos


13 octubre, 2021


La editora Paula Brecciaroli, la autora Florencia Canale, la periodista Eugenia Zicavo y la comunicadora científica Agostina Mileo enfrentan el mandato social de la maternidad. Y le cuentan a la escritora Bibiana Ricciardi sus motivaciones.

Soy madre desde hace 23 años. Y eso que de niña pensé que no lo sería, que la maternidad no estaba hecha para mí. Sin embargo, casi como sin querer, primero fue uno y luego otra y más tarde por qué no uno más. Disfruto de mis hijos, pero me atormento pensando que no les doy todo lo que merecen. Que no sé resignar mis propios intereses, que los perjudico aún sin querer hacerlo. La maternidad culposa. Pertenezco a la generación de mujeres que crecimos observando a nuestras madres profesionales lidiando con el esfuerzo de desdoblarse en dos roles para no resignar ninguno. ¿Ser o no ser?

El rol de madre pareciera ser una imposición social. Sin embargo, el 44,8 de las argentinas, casi la mitad de las mujeres, de entre 14 y 49 años, no es madre. Sorprendente. Cuando leí la cifra en el libro Instonto maternal (IndieLibros), de la comunicadora científica Agostina Mileo, mi primera reacción fue la incredulidad.

Rara vez pensamos a las mujeres que no son madres como ejemplos de vida. Me pregunto si las que sí somos madres elegimos serlo. ¿Lo hicimos libremente? ¿Qué tanto pudimos realmente evaluar la posibilidad de no serlo?

Bibiana Ricciardi

ESCRITORA

“Sí, el dato está muy lejos de la percepción social. A mí me sorprendió muchísimo también. Creo que es porque hay un silenciamiento de las historias de mujeres que no son madres. Se las piensa desde un lugar triste, no han podido formar familia, no tienen pareja, son solteronas o mujeres que quisieron pero no pudieron. Pero no hay una visibilización de mujeres que simplemente pudieron, pero no quisieron. Así va quedando en nuestro imaginario la maternidad como lo exitoso, lo pleno”, comenta Mileo.

Rara vez pensamos a las mujeres que no son madres como ejemplos de vida. Me pregunto si las que sí somos madres elegimos serlo. ¿Lo hicimos libremente? ¿Qué tanto pudimos realmente evaluar la posibilidad de no serlo? Crecimos escuchando, leyendo, viendo sentencias pre cocidas: La mujer que no es madre, no se realiza o Lo mejor de ser mujer es llevar un útero y ser capaz de dar vida.

Asumimos que el útero nos define. Una vez por mes, durante gran parte de nuestra vida adulta, debemos renovar los votos. Este mes tampoco seré madre. Un derroche energético sin igual. La mayoría de nosotras no usamos el útero más que un par de veces en toda la vida. Sin embargo ahí estamos, temblando mes a mes a la espera de un sangrado que puede literalmente cambiar nuestras vidas en segundos. Cualquiera que lo haya vivido sabe que es absolutamente fascinante tener un ser humano creciendo adentro.

Paula Brecciaroli, editora.Fotos: Fernando de la Orden.

Paula Brecciaroli, editora.Fotos: Fernando de la Orden.

Corazón abierto

Paula Brecciaroli es psicóloga, escritora y editora, tiene 43 años y forma parte del 20 por ciento de las porteñas de entre 42 y 49 años que no son madres. Nunca voy a saber/ lo que se siente./Abrir el cuerpo./Parir tus hijos. Este poema integra su libro La sinceridad de un golpe (Santos Locos), un recorrido poético a corazón abierto por lo más doloroso de la intensidad amorosa. Hasta su madre se quejó por ese texto que confirmaba que no vendrían nietos de esa hija tan amada. Porque las madres a veces desean también ser madres de madres.

“Para nuestra generación bisagra, el tema fue que nos criamos pensando que las madres dejaron de hacer muchas cosas para dedicarse a los hijos. Inclusive tenían que trabajar, pero ese trabajo debían encastrarlo en la maternidad, que era su rol principal. Creo que inevitablemente eso se derrama a la generación siguiente al menos como pregunta. Siempre dentro de un rango social determinado, ¿no? Y en el marco de una ciudad. Pero para una gran franja etaria está esa idea, que es el gran fantasma que rodea nuestro crecimiento. La elección de una carrera es contemporánea con la época más fértil de una mujer. Se ponen en juego dos decisiones: elijo una carrera, pero lo hago en el momento en el que nuestras madres parían. Entonces, parís el título o parís una criatura”, cuenta Paula.

La elección de una carrera es contemporánea con la época más fértil de una mujer.

Paula Brecciaroli

EDITORA

La maternidad es un tema que aún está en debate dentro suyo. De hecho, acepta que recibir la invitación para participar de esta entrevista fue muy movilizante para ella: “No sé si tengo una decisión política. Me quedé pensando cuánto hay de verdad, cuánto de deseo, cuánto de miedo atroz… y uno de esos miedos es el de dejar la profesión, la pasión, lo que elegí para mi vida. Sumarle el elemento de la maternidad me genera duda”.

“El año pasado fui al ginecólogo para pedirle un cambio en el método anticonceptivo –agrega Paula–. Me dijo: ‘Tenés 42 años, te faltan 8 más o menos para la menopausia. Si no querés tener hijos, te ofrezco ligarte las trompas’. A mí me pareció muy generoso que el médico tuviera esa consideración y salí contenta. Pero cuando se lo comenté a una amiga me dijo: ‘¿Pero vos estás segura?’ Eso derrumbó mi felicidad. Porque creo que sí me sentía segura. Creo que desde que me indispuse a los 9 años estoy esperando que me llegue la menopausia para no tener chance de tener hijos… La trampa es el deseo. El deseo es lo más móvil que tenemos, se dispara para un lado y tiene toda la potencia para que eso pueda llegar a ocurrir, pero también es muy lábil. Me encanta la gente que lo asume como una decisión firme. Tengo amigas que han tomado como una certeza la decisión de no tener hijos. En mi caso, yo todavía no puedo cancelar ese deseo del todo”.

Eugenia Zicavo, periodista. Fotos: Fernando de la Orden.

Eugenia Zicavo, periodista. Fotos: Fernando de la Orden.

La construcción social

A Eugenia Zicavo, socióloga, escritora, periodista, le gustan los niños, pasa mucho tiempo con ellos, sin embargo prefirió no ser madre, pese a que el tema del rol la ocupa desde hace bastante. De hecho se doctoró con una tesis llamada: El papel de la maternidad en la construcción social del modelo de mujer. Cuenta que cuando descubrió que podía elegir no ser madre, que no estaba obligada, fue como sacarse un gran peso de encima.

“La primera vez que pensé en la posibilidad de no ser madre fue a los 20 años cuando en la facultad leí El segundo sexo, de Simone de Beauvoir, un texto fundamental que pone en cuestión distintos aspectos del mandato de maternidad. Hasta entonces había pensado que algún día iba a tener hijos: de chica jugaba a la mamá, llegué a pensar nombres para mis futuros hijos e hijas e incluso a imaginar posibles padres. Además, disfruté mucho del vínculo con mi propia madre. Pero lo cierto es que en mi vida adulta ese deseo nunca apareció: ni sola, ni en pareja, ni siquiera como una fantasía a futuro. Fui decidiendo no ser madre en distintos momentos de mi vida y supongo que será algo que seguiré decidiendo. No se trata de una elección cerrada porque ningún deseo lo es, pero nada en mi experiencia personal hasta el momento anticipa que esas ganas vayan a aparecer.”

Fui decidiendo no ser madre en distintos momentos de mi vida y supongo que será algo que seguiré decidiendo.

Eugenia Zicavo

PERIODISTA

Durante siglos ser mujer fue sinónimo de ser madre. Eugenia encuentra una línea de pensamiento a debatir: “La mujer estaba excluida de la vida política y de la esfera pública, sólo como madre encontraba cierto reconocimiento dentro del espacio privado de la familia. Sin embargo, que los términos mujer y madre sean utilizados como sinónimos (incluso a la hora de debatir leyes) es una trampa ideológica. Supone que todas las mujeres comparten las mismas ganas de asumir ese rol, y que dentro de ese colectivo no existen subjetividades (con sus diferencias y complejidades) sino un gran conjunto indiferenciado con voluntad de procrear, lo cual resulta como mínimo sospechoso”.

Agostina Mileo, comunicadora científica. Fotos: Fernando de la Orden.

Agostina Mileo, comunicadora científica. Fotos: Fernando de la Orden.

Una elección más racional

Agostina Mileo también sospecha. Es joven, tiene 32 años, asume que tampoco será madre, pero se detiene en cuestionar la idea del instinto materno, que entiende como un instrumento de dominación capitalista de una sociedad que necesita tener en funcionamiento la fábrica. La superpoblación mundial responde también a la promoción desmedida de la acción reproductiva.

“No se cuestiona el instinto maternal. Se piensa como un devenir natural. Una persona debe ser madre sólo porque nació con la posibilidad de gestar. Si fuera una opción real, empezaríamos a ver que a las mujeres no nos conviene; en el sistema en el que vivimos esas tareas de reproducción y de cuidado son absolutamente necesarias para el engranaje productivo capitalista. Entonces, si dejáramos de pensarlo como algo que sucede porque es nuestro fin natural, podríamos cuestionarlo y en ese sentido tener una elección más racional. Gran parte del sistema se caería. Eso que llaman amor es trabajo no pago”, dice Agostina.

No se cuestiona el instinto maternal. Una persona debe ser madre sólo porque nació con la posibilidad de gestar.

Agostina Mileo

COMUNICADORA CIENTÍFICA

En una línea semejante, y relacionándolo a su vez con los sectores sociales interesados en prohibir el aborto y evitar la educación contraceptiva, Eugenia Zicavo agrega: “Sin duda, no se trata de un instinto sino de una construcción cultural en torno a una capacidad biológica (en este caso, la potencia reproductiva de las mujeres) a la que se le adjudica un rol social determinado. Estoy de acuerdo con lo que plantea la filósofa francesa Élisabeth Badinter en su libro ¿Existe el instinto maternal?, cuya respuesta es que se trata de un mito, ya que no existe una conducta materna universal o necesaria”.

“El amor de madre –continúa– es un sentimiento humano y por lo tanto es imperfecto, contradictorio: puede existir o no, o aparecer más con un hijo que con otro. Si se rastrea la evolución de las actitudes maternas, es claro que la dedicación a la crianza y el amor hacia los hijos no existían ni se manifestaban del mismo modo en los distintos períodos y culturas. Como dice De Beauvoir: ‘Por lo común, la maternidad, es un extraño compromiso de narcisismo, de altruismo, de sueños, de sinceridad, de mala fe, de abnegación, de cinismo’. No es comparable con el resto de los animales: el hombre (incluyendo a las mujeres, claro) es el único animal cultural.”

Florencia Canale, escritora. Fotos: Fernando de la Orden.

Florencia Canale, escritora. Fotos: Fernando de la Orden.

No ser un estereotipo

Se ríe fuerte la escritora Florencia Canale cuando piensa en el estereotipo de madre. Ella también ha optado por no serlo. Comentamos sorprendidas los devenires. Ella, como Eugenia, también se había imaginado madre de niña. Sin embargo se muestra conforme y orgullosa de no haberlo sido: “Me parece que es una decisión tomada. En algún momento fantaseé con la posibilidad de tener hijos con un hombre del que estuve enamorada. Pero él ya tenía hijos y no pensaba tener más, y yo lo acepté. Pero bueno, fui muy obediente, evidentemente, y no era una urgencia para mí. Si no, los hubiera tenido porque considero que se puede ser madre independientemente de formar pareja o no. No lo fui, no lo pienso ser. Entiendo que muchas veces es un tema un poco ríspido en la mirada del otro, como si fuera un tabú.”

La mirada que condiciona

Si la sociedad asume que una mujer se realiza sólo cuando es madre, la que elige no serlo deberá soportar cuanto menos la compasión del otro. Paula Brecciaroli comenta que la pregunta la incomodó hasta los cuarenta años. “La madre de una amiga tenía una frase: ‘Tenés que tener hijos porque se te va a pasar el arroz’. Y yo imaginaba gráficamente que a mí siempre se me pasa el arroz. Soy pésima. Lo único que no puedo cocinar en la vida es arroz. Quizás es sintomático. Creo que escucho esa frase desde que tengo 18. Me parece que ya está por pasarse. Nuestra generación todavía convive con resabios de mandatos. Y también hay algo que aparece en la fantasía que es la vejez. Que los hijos te cuidan de viejo. Cuando pasás los 40 empieza a aparecer: ‘Bueno, no tuviste hijos, tenés que planear el ahorro para el geriátrico, la obra social…’ ¡Como si igual los padres de hoy no estuvieran en la misma porque sus hijos no los van a poder mantener! Hasta los 40 la gente te insiste para que tengas hijos, luego entrás en la parte condenatoria, y después: ‘Se va arrepentir’.”

Toda decisión conlleva un posible arrepentimiento. Cuánta crueldad asumir que el arrepentimiento podría venir solo de la omisión y no de la acción. Como dice Eugenia Zicavo, es preferible arrepentirse de que algo falte a hacerlo cuando algo sobra.

“No tiene devolución –continúa Brecciaroli–, eso tiene de tremendo. Existe la posibilidad, por supuesto, pero es demasiado cruel para mi sistema psíquico. La maternidad es algo que admiro profundamente, me maravilla. Admiro profundamente a las mujeres que son madres. Creo que son personas que han podido. Gente que podía elegir no ser madre pero elige serlo merece toda mi admiración. Porque es elegir algo que te va a acompañar toda la vida. Yo no me siento capaz.”

Imagino que hemos sostenido nuestra construcción de mandatos maternales a base de mitos. Están entonces ahí tanto Medea, capaz de matar a sus propios hijos, como Yocasta, la madre de Edipo, o la nefasta Madre Coraje de Bertolt Brecht. Hago un gran esfuerzo por imaginar roles maternos atractivos de nuestra mitología occidental pero no me viene ninguno. Ser madre no es nada, nada fácil.

El vínculo materno

Florencia Canale, autora de gran número de novelas históricas, destaca una madre qué pasó a la historia justamente por olvidar a sus hijos: Encarnación Ezcurra, esposa de Rosas, su fiel compañera política. “Fue antes que nada una hembra. No se hizo cargo de los hijos. Fue estigmatizada, una mujer con la que nos hubiera encantado sentarnos a conversar. La hembra que satisface sus deseos sexuales no es la madre. La madre parece perder deseo. En el reino animal, las perras, las lobas, las mamíferas, tienen sus crías, los amamantan y después las dejan ir. Nosotros no somos así”, dice.

Las mujeres estamos todo el tiempo sintiendo lo que nos falta. En ese sentido, me considero una rara avis: soy libre.

Florencia Canale

ESCRITORA

Florencia se declara una eterna observadora del vínculo materno. “Me resulta un objeto de estudio. Desde mi literatura y desde la vida. En algún momento escribiré mi novela sobre la madre porque me parece absolutamente diferente al vínculo con el padre. Y se me cuestionará porque ‘vos que opinás si no sos madre’. Me parece una tarea muy compleja. Incluso a veces revoleo los ojos como diciendo qué barbaridad por lo que veo. Cuando observo esta especie de cosa mítica, posesiva, me parecen seres humanos siniestros. Egoístas. Hay que observar que el hijo es un otro y que el de la maternidad es un vínculo a construir. Tengo amigas, madres de hijos pequeños, que están solas y les veo la desesperación de encontrar una pareja. Las mujeres estamos todo el tiempo sintiendo lo que nos falta. Yo siempre he sido una rara avis. Porque no me casé, no tuve hijos, soy libre”, dice.

¿Y si no me gusta tener sexo, qué?

La palabra libertad vuela entre los deseos de mis pares congéneres. Como si de un tiempo a esta parte se nos hubiera dado ser libres, pretenderlo, exigirlo. Son tiempos hermosos para ser mujer. Refundamos el género para nosotras y para las que vendrán. Probablemente debamos resignar algo de nuestra omnipotencia. No necesitamos ser todo, vale resignarse. Centrarse en el deseo y no en lo impuesto, lo que debe ser no tiene por qué ser. No siempre al menos.

Fuente: Clarin

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