Su entrenador, Carlos Marconi, notó su habilidad muy rápido y decidió
ascenderlo de categoría. El mismo Marconi contó en distintas entrevistas
que al ascenderlo le preocupaba su delgadez ya que Messi comía muy
poco. Como una posible solución, a Marconi se le ocurrió motivar a Messi
con su golosina preferida: el alfajor. El DT le dijo que por cada gol
que meta le iba a regalar uno y si el gol lo marcaba con la cabeza le
iba a dar dos.

Para la sorpresa del DT, Messi se tomó muy en serio la promesa y
empezó a meter entre 3 y 4 goles por partido y hasta a veces se pasaba a
todos los jugadores, luego al arquero y definía con la cabeza para
recibir dos en vez de uno.

Los regalos a la «Pulga» se hicieron frecuentes, pero un día ocurrió
algo que jamás nadie imaginó: «Un partido Lionel metió seis goles, por
lo que le entregué la misma cantidad de alfajores. Él
decidió repartirlos entre sus compañeros; eran 7 en total, por lo que él
se quedó sin alfajor, y no le importó. Ese día lloré al ver el gesto de
Leo. Que un niño de 7 años, loco por los alfajores, haga algo así por
sus compañeros muestra la clase de persona en la que se iba a convertir,
siempre pensando en los demás», declaró Marconi.