31-20-12 Su nombre suena casi a diario en los medios de comunicación. Accidentes, incendios o catástrofes mayores suelen tenerlo entre los actores principales. Si todo va bien, las crónicas periodísticas suelen concluir con su voz confirmando que no hay heridos, o que fueron trasladados con éxito a los hospitales correspondientes. Pero no siempre puede ser portador de buenas noticias.
En los últimos 25 años, al doctor Alberto Crescenti le tocó lidiar desde el SAME (el Sistema de Atención Médica de Emergencias de Buenos Aires) con las más grandes catástrofes humanitarias en la historia de la ciudad: los atentados a la embajada de Israel y la AMIA, y la tragedia ferroviaria de Once. Durante el incendio del boliche República de Cromañón no estaba en funciones.
El SAME, organismo que dirige desde 2006 (tuvo una etapa previa entre 1991 y 1997), es uno de los sistemas de emergencia más exitosos del mundo, ya que registra uno de los índices de morbimortalidad más bajo. Esto le ha valido invitaciones, intercambios y pedidos de consejos desde otros grandes sistemas de emergencias como el NHS de Londres, el SAMU de París, el SUMMA de Madrid o el SEM de Barcelona. El año pasado, este modelo se extendió a más de 20 municipios de la provincia de Buenos Aires, con la creación del SAME provincia.
Alberto Crescenti recibió a DEF en la base operativa de la calle Monasterio, en el barrio de Parque Patricios, para hablar sobre el estado del servicio y el entrenamiento de su gente. Además, confió algunas de sus anécdotas más personales e íntimas.
-Después de tantos años al frente de un organismo dedicado a las emergencias, ¿le genera algún cansancio, más allá del propio de la profesión?
-No. Es algo que uno hace con vocación, con pasión y no genera conflictos, pese a la cantidad de circunstancias que se presentan… Es una ciudad muy grande, cuidamos a 8 millones de personas, que demandan continuamente un sistema que está aportando 1200 auxilios todos los días, es decir, casi un auxilio cada un minuto y 40 segundos.
-¿A qué atribuye la baja tasa de morbimortalidad que registra el SAME?
-A la atención prehospitalaria en este sistema que es medicalizado, o sea, que un médico recibido va en la ambulancia. Además, hay escuela de radioperadores y de conductores de ambulancias del SAME. Es toda una organización muy compleja y convenientemente entrenada.
-¿Cómo son otros sistemas que no son medicalizados?
-Hay paramédicos. El médico tiene tres características fundamentales: hace diagnóstico, hace triaje y envía al paciente al hospital que tiene que ir.
-¿En qué consiste el procedimiento de triaje?
-En distinguir prioridades. La primera prioridad, la roja, es el paciente que puede perder su vida; la segunda, la amarilla, se otorga al paciente cuyo tratamiento puede diferirse porque no está en riesgo inminente de muerte; y la tercera y última son los verdes, en la que se ponen un equipo de psicólogos o psiquiatras para aquellos que tienen lesiones menores y no van a tener ningún tipo de problemática. Ese primer triaje se hace en la zona de impacto, por ejemplo, lo hicimos en Once. En esa oportunidad, cuando se hizo el segundo triaje en la puerta de los hospitales donde fueron derivados los pacientes (a cargo de un comité de emergencia hospitalario) nos dio en 98,5 % de efectividad. Prácticamente erramos en casi nada.
-Una decisión de segundos cambia radicalmente la suerte del accidentado.
-Sí. En Once evacuamos ocho pacientes con síndrome de aplastamiento en helicóptero hacia los hospitales Pirovano y Santojanni y, gracias a Dios, están caminando hoy por la decisión de sacarlos por arriba: si uno no maneja el síndrome de aplastamiento con rapidez, todos los productos del metabolismo del cuerpo llevan a gravísimas complicaciones fisiopatológicas.
-Es una selección de vida o muerte.
-Hay un tema que es muy puntual: lamentablemente, entre un paciente que se va a morir y otro que puede vivir, nos vamos a llevar al que va a vivir. Es una selección de víctimas múltiples.
-¿El paramédico no puede hacer triaje?
-No, es algo muy médico. Es una observación de segundos. Es una ciencia y, a la vez, un arte.
-¿Qué necesita alguien que se dedica a la emergencia médica?
-Conocimientos médicos, fundamental, y muchos operativos de calle. La calle enseña lo que los libros enseñan en la teoría, pero no en la práctica. Cuando se encuentra con un hombre armado que toma de rehén a una familia, o alguien con arma blanca, o en el caso de una explosión o un derrumbe, usted lleva protocolos a desarrollar, pero estos protocolos están escritos y en la calle la situación puede cambiar para llegar a una solución. Eso se logra con la observación que uno tiene… Imagínense, para un facultativo salir 1200 veces a la calle todos los días es un gran bagaje de conocimiento.
-¿Cómo preparan a los médicos emergentólogos?
-Somos profesores titulares de emergentología de la Facultad de Medicina, y a los alumnos del último año les damos un curso intensivo de manejo de la atención prehospitalaria con respecto al diagnóstico, a la atención de paro cardiorrespiratorio, de quemados, respuesta en caso de explosiones, derrumbes, atentados terroristas, manejo de tablas, de collar, de férulas, etc. Es todo un compacto que, en algunos libros está, pero que nosotros completamos con videos de nuestra actuación en, por ejemplo, la AMIA, Barracas (incendio de Iron Mountain), Once, un derrumbe de una obra en construcción en la 9 de Julio, accidentes aéreos. Cambia totalmente el panorama.
AYER Y HOY
-Me nombraba los atentados de la Embajada y AMIA, la tragedia de Once… ¿Cambió el sistema con estos eventos?
–Hay tres cosas que en el sistema no pueden fallar: la única voz de mando, el cordón de seguridad (que lo hacen las fuerzas de seguridad) y las comunicaciones. Después de Cromañón, creamos un equipo de comunicación unificada de emergencias sanitarias, que es un equipo móvil con tres computadoras y tres médicos data entry que, a medida que van saliendo los pacientes, le van dando a la central la información, el nombre y apellido, el tipo de lesión, a qué hospital es enviado. A su vez, el hospital envía el feedback sobre en qué servicio está y qué se le está haciendo al momento. Esa información va al Ministerio de Salud y al Gobierno. Entonces, tenemos prácticamente online el operativo.
-Cuando usted entró en 1991, ¿cómo era el sistema?
-Era medicalizado como ahora, también tenía las comunicaciones, y el recurso humano siempre fue de excelencia. Lo que cambió mucho, aunque parezca mentira, son los equipos. Si usted me ve asistiendo a los heridos en el ataque a la Embajada de Israel, estoy de traje y corbata, con la ropa hecha jirones, lleno de sangre. Esa no es ropa para trabajar. Hoy son equipos con color identificable, antidesgarrantes e ignífugos. Antes teníamos tablas de madera, hoy son de polivinilo. Tenemos frazadas térmicas, aluminizadas; no son de lana, se desinfectan con una valerina con un producto amonio cuaternario, como un producto multiuso. Es totalmente distinto. Ha sido un cambio total.
-¿Cómo fue que llegó usted a este mundo de las emergencias?
-El 24 de mayo de 1979 me recibí. A las dos semanas estaba haciendo guardia externa en el Hospital Penna. Ahí me empecé a entrenar con mis jefes de guardia. Seguí, seguí, seguí… fue una pasión extrema y siempre dije en ese entonces: «A mí me gustaría ser director de Emergencias de la Ciudad», algo que que se cumplió en 1991. Y sigo en entrenamiento permanente, nunca dejamos de entrenar. Por eso nos van a ver siempre en la calle trabajando al lado de nuestra gente. Usted puede dar un montón de órdenes, pero hay una diferencia si se dan detrás de un escritorio o si se dan en el lugar del área funcional de trabajo.
-¿Qué más falta? ¿Equipos tecnológicos, más gente…?
–Lo que hace falta es que el ciudadano se concientice de que cuando hay un evento de salud, llame al 107. Falta una cultura, la gente no entiende que el 911 es para hechos delictivos. El recurso está, la capacidad está, siempre vamos a estar entrenando y sacando lo último en emergencias. Tengan en cuenta que nos ha llegado ya la comunicación de que después de Estados Unidos, la emergencia de la Ciudad de Buenos Aires es una de las mejores coordinadas del mundo. Estamos a la altura del SAMU de Francia. Pero vamos a seguir insistiendo con la capacitación y el entrenamiento permanente.
-¿Cuáles son los casos en que se puede llamar al SAME?
–Siempre que haya un problema grande o una patología que pone en riesgo la vida de un paciente. A nosotros nos entran 2700 llamadas, de las cuales hacemos 1200 auxilios. O sea, hay llamadas que son innecesarias para ambulancias. No nos llamen porque necesitan un certificado por no ir a trabajar, o por patologías banales. Tampoco firmamos certificados de defunción. Nosotros solo constatamos defunción. Eso lo debe firmar un médico de cabecera, y si no, es muerte dudosa y va a la morgue judicial e interviene la policía. Siempre tiene que ser así, es protocolo. Es mejor que sea así, porque nos hemos encontrado con que se simula una cosa cuando es otra.
FRACASOS, ÉXITOS Y POLÍTICA
-¿Cómo se cuida el personal de SAME del estrés constante? ¿Hay seguimiento? ¿Francos regulares?
-Sí, sí, pero además de eso, tenemos un equipo de factores humanos, compuesto por psiquiatras y psicólogos que permanentemente nos están observando para que si el personal tiene un ataque de pánico o se paraliza, automáticamente lo sacamos del manejo o de lo que llamamos la «central operativa». Mismo nosotros podemos entrar en un ataque de pánico y otro tiene que tomar el mando. Es algo que puede pasar.
-¿Cuál fue su mayor frustración?
-Fueron dos. Una, no poder salvar a la esposa del embajador en el atentado a la Embajada de Israel. Con los bomberos le sacamos los escombros, pudimos hacer visible su cabeza, la intubamos, le pusimos auxilio, pero estaba tan atrapada que no hubo forma de salvarle la vida. El otro, cuando sacamos en la AMIA a Jacobo Chemauel después de 31 horas de atenderlo y que finalmente falleció 48 horas después… Difícil. Cuando una persona está 31 horas ocho metros abajo, con agua, con un cadáver encima, con sus piernas aprisionadas por una viga, y lo sacás con un equipo que desciende hasta el lugar, le das oxígeno y le colocás una vía parenteral; el hombre se da vuelta, te dice gracias, y a las 48 se muere… Es tremendo. Otra de las cosas, los compañeros que cayeron en el incendio de Iron Mountain en Barracas. Eso fue gravísimo y realmente muy caro para el equipo, porque hay que seguir trabajando aun cuando ves a tus compañeros destrozados. Es muy difícil.
-¿Cómo se sobrepone a esas cosas?
-Lo que pasa es que uno tiene que pensar que hay más heridos, o hay otro auxilio, y hay que seguir saliendo. Lo que pasó, dejarlo, se hace el duelo después, cuando se termina de trabajar. En la Embajada empezamos a trabajar a las 14.45 y a las 4:30 de la mañana nos sentamos a comer algo. Cuando escuchamos un grito que venía del Convento, era una monja a quien la onda expansiva la había colgado de una viga del segundo piso, con una fractura en fémur. Esa fue la última que evacuamos.
-¿Y sus mayores aciertos, propios o de la institución?
-El reconocimiento de los vecinos de la Ciudad. Al SAME lo han tomado como propio y es bueno que así sea.
-¿Lo han venido a buscar de la política?
-Sí. Y les dije que yo era médico, había estudiado medicina y que yo quería esto. No me siento político. Lo descarto totalmente. No va conmigo. Yo hice mucho sacrificio para ser médico, muchísimo. Mi diploma no está en juego.
-¿Pero por qué siente que se desperdiciaría ese sacrificio?
-Porque Dios te pone una meta. Vos tenés que manejar esto. Al bombero otra, al policía otra, punto. Alguien lo tiene que hacer. Ahí no me convence nadie.
-¿Hay un paso posterior al SAME? ¿Se ve en otra instancia?
-Seguir con mi cátedra de profesor y ser médico evacuador del helicóptero del SAME. Es otra de las cosas que me encanta. Ya volé con todos los helicópteros.
«No me siento político. Lo descarto totalmente. No va conmigo. Yo hice mucho sacrificio para ser médico, muchísimo. Mi diploma no está en juego.»
-¿Su familia cómo lo acompaña?
-Es difícil para ellos. Soy casado, tengo dos chicos, ya son grandes. Ellos prefieren no verme por televisión. Se sufre mucho. En ciertas ocasiones corre peligro la vida de uno… Yo estoy acá gracias a que Dios no me llevó el día de la Embajada, pero la andanada de piedras y vidrios que recibí fue tremenda. Nosotros llegamos a los tres minutos, seguían explotando cosas. Estuve a dos metros, cuando llegamos con las cinco primeras ambulancias. Giramos y bueno, no nos agarró la onda por esas casualidades. Habrá sido otro edificio con el gas… Fue terrible.
EN ESTADO DE EMERGENCIA
-Habla mucho del entrenamiento. ¿Realizan simulacros de atentados?
-Sí, hacemos 12 simulacros por año. Por aire, por agua, por tierra, de choque ferroviario, de incendio de buque, de incidente en Aeroparque, siniestro de avión con camión de combustible. Este último lo hicimos con los tres helicópteros trabajando en pista y sin parar las operaciones normales en Aeroparque. Le avisamos a los pasajeros que no se asustaran, que era un simulacro. Se hizo con partida y entrada de aviones y con los helicópteros sacando heridos de pista, de costado. Hay muchas cosas que no se difunden acá.
-¿Estos simulacros, en particular el ferroviario, se había hecho con anterioridad a Once?
-Sí, sí, en subtes también. Todas las fuerzas participan.
-Uno tiende a pensar que se empezó a hacer a partir de Once…
-Para nada, y le digo más, me acuerdo de que cuando tuvimos el incidente en la Embajada en Israel nosotros ya teníamos unidad de catástrofe y esperamos un ataque con gas sarín en el subte. Año 1991. O sea que eso de que no estábamos organizados no es así. Acá se habla demasiado. En la Embajada hubo 29 muertos y más de 259 heridos. Si no hubiera habido organización hubiera habido más muertos. El problema no es el recurso humano, sino cerrar el área para que trabajen los profesionales. En la AMIA me costó mucho hacer entender que había que bajar de los escombros, hasta que vino la Guardia de Infantería y en dos horas cambió el panorama del rescate. Son los tres puntos, única voz de mando, cordón de seguridad y comunicación. Con uno que falle, el operativo es un fracaso. Cuando finalizó el operativo de Once, vino el director de Emergencias de Suecia y su jefe de unidad de cirugía traumatológica para copiar el protocolo de actuación. El operativo de asistencia a heridos como lo hicimos nosotros acá no lo hubieran podido haber hecho allá por la distribución y por la gran coordinación que tenemos nosotros con los departamentos de urgencias de los hospitales del gobierno de la Ciudad. Hicimos triaje a casi 850 heridos que repartimos en 45 minutos. Es mucha cantidad para cualquier sistema.
-¿Cuál es el tiempo de respuesta?
-14 minutos pero puede ser menos, si no fuera así, el turista norteamericano apuñalado en La Boca no estaría vivo. En el centro tenemos siete ambulancias debajo del Obelisco para esas 15 cuadras calientes que hay al norte, sur, este y oeste. Ahí son tres minutos de demora. Y después, el tráfico que nos complica.
-Me imagino que en cuanto a tránsito hubo cambios radicales en los últimos 25 años.
-Estamos utilizando mucho el Metrobús en códigos rojos para llegar más rápido, pero accionamos sirena solamente cuando es necesario. Nunca vas a ver una sirena del SAME sonando porque sí. Lo sancionamos.
–¿Cómo saben cuando se toca sirena?
-Por el GPS. Lo estamos viendo.
-¿Cómo se hace en una ciudad atiborrada como Buenos Aires para atender estas emergencias?
-El mejor ejemplo es que sobre 290.000 prestaciones hay solo un 0,04% de mortalidad. Eso hace a la respuesta del sistema. Le pedimos la solidaridad del vecino para que no nos llamen para cosas que no corresponden.
Fuente: Infobae