Cómo gestionar los caprichos de los más chicos


23 noviembre, 2020


23-11-20 Hay que contar con “cartas guardadas en la manga” para dar salida a una situación que a veces se va de las manos.

Los caprichos o berrinches son una manifestación normal de una etapa del desarrollo de los niños que va desde los 2 a los 3 años, aproximadamente y está relacionada con la construcción de su identidad. Se caracteriza por una marcada intolerancia a la frustración y necesidad de oposición. Por eso, se llama “una primera adolescencia”.

En esta etapa de crianza, el chico no es amigo de las órdenes ni de los hábitos, pero es un entusiasta inagotable a la hora de jugar. Entonces, resultará fácil usar su capacidad de juego para introducir nuestro hábito de alimentación o higiene.

Resulta muy importante comprender que cuando entregamos un recurso al niño, éste se apropia de todo él: de la capacidad para generarlo, del recurso mismo y de la habilidad para esgrimirlo en el momento adecuado.

Algunos consejos para acompañar esta etapa que se está transitando, son:

Cambiar el foco de atención

Es tal su sed por conocer que cualquier objeto resultará adecuado para ser estudiado. Como consecuencia, los niños de esta edad poseen una gran facilidad para el reemplazo. Por eso, podemos desviarlos del objeto conflictivo hacia otro atractivo y libre de peligro, por ejemplo: “No podés poner los dedos en el enchufe, pero sí podes jugar con esta plastilina que te doy”.

Lo que estamos haciendo es sumamente importante por dos razones. En primer lugar, lo retiramos del conflicto desviando su atención hacia otro foco atractivo (cambio de estímulo), evitando sermones o actos violentos.

En segundo término, estamos presentando un no seguido de un Y cuando al no le sucede un , lo que predomina es un mensaje habilitador respecto del conocimiento: “Te permito conocer, te dejo investigar, te ofrezco objetos para que tu curiosidad los desmenuce”.

Transformar el pasivo en activo

Aquí el ejemplo de la comida resulta contundente. Un nene de diez meses rechazaba sistemáticamente, desde hacía una semana, la comida que su mamá le ofrecía que generalmente consistía en carne de pollo o vaca con puré. Por fin, ella lo dejó tomar con sus propias manos los pedacitos de carne.

El cambió fue notorio e inmediato. El nene comenzó a comer con mucha alegría. Mientras él activamente comía la carne, la madre con la cuchara le daba el puré, que ahora era aceptado sin protestas.

¿Cuál fue el cambio? Se habían limado las asimetrías y ahora, en el acto de comer, madre e hijo se habían convertido en dos pares activos.

La madre había permitido la transformación de una dupla activo-pasivo (madre que da de comer-bebé que come) en una dupla activo-activa (los dos colaboran por igual en el acto de comer). Con esta actitud materna, el bebé abandonó su protesta y recuperó la alegría a la hora de las comidas.

Cambiar de escenario

La capacidad de cambiar de escenario consiste en tener el alerta necesario para diagnosticar el espacio contaminado, o sea aquel que solo generará vicios de conducta: peleas, discusiones, malos tratos. En él se ha producido una saturación y el aire necesita ser renovado.

Una madre contaba que el cuarto de estar se había convertido en un campo de batalla para sus tres hijos. La moneda de cambio era allí la agresión. Entonces, ella dijo muy resuelta: “Ustedes dos se van arriba a ver televisión y vos venís a bañarte”. Ella misma estaba sorprendida porque en dos minutos había cambiado el clima de la casa. Si no detectamos los espacios saturados, no sabremos que necesitamos oxigenarlo. Y muchas veces, los llamados berrinches se resuelven tan sólo con el cambio de escenario. ¿Probamos?

(*) Adriana Grande (MN. 58804), es médica (UBA), psicoanalista miembro de APDEBA e IPA (Asociación Psicoanalítica de Buenos Aires y Asociación Psicoanalítica Internacional). Especialista en vínculos padres-hijos. TN 

Comentario

^