Ariel Holan: «Cuando deje de dirigir voy a hacer política porque creo que hay que involucrarse»


2 noviembre, 2018


El entrenador de Independiente confiesa su pasión por la política: «Hay que bajar al llano y trabajar, eso quiero dejarle de legado a mis hijos». De la relación con su padre, al proyecto «barcelonístico» de Independiente. Viaje a la mente del hombre que le devolvió la identidad al «Rojo»

La gesticulación que acompaña las palabras de Ariel Holan dice tantas cosas como su nutrido vocabulario. Brota el entusiasmo cuando habla del fútbol en estado puro, transmuta a un rol de solemne seriedad al calcular minuciosamente su proyecto dentro del fútbol, gotea un dejo de enojo para exponer su disconformismo con las polémicas constantes que se viven dentro del deporte y sonríe del modo más honesto en dos momentos: cuando recuerda a su padre en la cancha de Independiente y al confesar sus deseos de intentar cambiar la realidad del país desde adentro, con los pies en el barro de la política.
El extenso diálogo con Infobae atraviesa todos los colores de ese arcoíris de sentimientos. Hacia donde se lo lleve, él siempre intenta meter una finta a la pregunta para trasladar la entrevista hacia el terreno donde siente que puede exponer de mejor modo sus conceptos: proyectos, educación, valores, identidad. Al fin y al cabo, el fútbol y la política caminan por líneas paralelas reflejando constantemente a las sociedades en su estado más puro. Lo mejor y lo peor. Lo sano y lo podrido. Hablar de fútbol es hablar de política. Y el «Profesor» nunca habla del fútbol profesional como un módulo independiente del resto de la institución. Calcula su trabajo de un modo integral. La mirada está en cada rincón de Independiente y la pregunta cae de madura sobre el final de la nota casi como una broma inocente para descontracturar.
— ¿Vas a ser presidente de Independiente algún día?
— Tuve en mi vida dos grandes pasiones: una fue el deporte, por eso estoy acá, y la otra es la política. No la política de club. No creo que me guste la política de club porque me gusta la política. Me gusta mucho la política. En algún momento yo hice política cuando era joven pero era incompatible con el deporte. En algún momento cuando me canse de dirigir voy a hacer política porque creo que hay que involucrarse y eso quiero también dejarle como legado a mis hijos. Que no hay que mirar las cosas desde arriba y decir: «Uy, mira…». Hay que bajar al llano y trabajar. Creo que por el momento no lo veo posible porque tengo un entusiasmo enorme con todo lo que estoy haciendo y amo lo que hago, pero en algún momento hacer un mix de ambas cosas o hacer una de las dos. Yo cuando terminé el secundario hice dos cosas a la vez: empecé a trabajar de entrenador porque falleció papá justo en ese momento. Trabaja de entrenador de noche y durante el día en los talleres que papá había dejado. Y estudiaba abogacía. Estudié seis meses abogacía y dejé. Me hubiese gustado también estudiar abogacía, ciencias políticas, pero cuando uno se dedica de lleno a una actividad no se pueden hacer dos (cosas) y sobre todo en la posición de entrenador principal. Después, más adelante, haciendo otras cosas dentro del deporte, uno por ahí se dedica a la política. Pero no, en Independiente me gusta ser entrenador, no me veo en otro rol.
— ¿Desde qué lado te gustaría entrar en la política?
— Creo que esa identidad futbolística que es difícil darle como entrenador a un equipo, es la que estamos buscando como nación. En definitiva somos una nación muy joven, tenemos poco más de 200 años. Creo que estamos aprendiendo. En el año 80, un gran político, el doctor Pugliese –NdR: de extracto radical–, nos dijo a unos pocos en una reunión (porque las unidades básicas y los comités estaban cerrados) que se iban a necesitar entre seis y ocho períodos democráticos para que la Argentina tuviera conciencia de lo que es la democracia por todo lo que es nuestra historia. Ocho períodos de seis años, porque no eran de cuatro, son casi 50 años. Entonces, creo que todavía hay mucho por recorrer, mucho por hacer. Te voy a cerrar la respuesta con el abrazo histórico de Perón-Balbín y cuánto se hubiese ahorrado si esa hubiese sido la fórmula para los argentinos. La «hora del pueblo», donde todos los partidos políticos querían la democracia. Socialistas, peronistas, radicales decidían que había que entrar al Siglo XXI, llegar al 2000, en otra situación. Lamentablemente esa experiencia no se pudo capitalizar. Esperemos que la podamos capitalizar. Argentina tiene un potencial enorme y creo que es hora de mirar un poco atrás, ver esa «hora del pueblo» y darse cuenta que si esos grandes políticos, que eran políticos de raza, vieron la necesidad de acordar una nación diferente, habría que aprender de la experiencia que tenían. Creo yo que hay mucho por hacer todavía.

— Es casi como una frase hecha que los políticos son corruptos y que la política es un barro de corrupción, ¿cuál es tu mirada con respecto a eso?
— Los políticos son humanos, con sus virtudes y defectos.
— ¿No crees que el sistema los empuja?
— No, creo que la mayoría de los políticos no son corruptos como la mayoría de los militares no lo son, como la mayoría de los periodistas no lo son, como la mayoría de los entrenadores no lo son. Así somos los seres humanos, lo que pasa es que a veces hay determinados momentos y situaciones en los que uno pierde el eje y el foco porque también se instala toda una cuestión que muchas veces desvirtúa la realidad. Creo que hay mucha gente buena, capaz, inteligente y realmente necesitamos tiempo de madurez como sociedad. Tenemos una sociedad inmadura, necesitamos tiempo de madurez. Necesitamos bajar los decibles. Estamos muy crispados, la situación es muy complicada y la violencia ya la tuvimos en Argentina y no nos lleva absolutamente a ningún camino. Hay que trabajar realmente en equipo y de verdad, acordar de verdad. Esto creo que demanda la situación.

En los 58 años de vida que expone su documento, Holan vio todas las caras de la moneda de Independiente. Caminó desde la pierna fuerte y templada o el paladar negro hasta el descenso a la B Nacional en 2013, que vivió desde las tribunas como un hincha más aquel día ante San Lorenzo amparado en un anonimato que se rompería un par de años más tarde. Cuando a fines del 2016 recibió el llamado del «Rojo», tuvo en claro que no alcanzaba con buscar soluciones en el terreno de juego. Debía dar paso al Independiente de los gestos. Tenía que iniciar la era de la reconstrucción de la identidad.
— Para sentar las bases de este proyecto en Independiente, las primeras medidas que tomaste fueron las de acercar a los ídolos, reeditar el saludo histórico, refrescar los valores del club. ¿Cuánta importancia tiene eso en el resultado final?
— Para mí es determinante en cualquier institución. Me encantaría que los equipos que yo dirija, y mucho más en Independiente, tengan la mística que tienen por ejemplo los All Blacks en otro deporte. Que ser All Black es algo muy especial. Yo quiero que el futbolista que se pone la camiseta de Independiente sienta algo muy especial. Creo que para eso es fundamental reencontrarnos con nuestra historia. No solamente en el contenido, en una forma de jugar adentro del campo de juego, sino también en las formas. Porque este club es muy glorioso y tiene muchas glorias vivientes a los cuales hay que darles el lugar que le corresponde y respetarlos como corresponde para que puedan seguir siendo protagonistas de la historia del club. Lógicamente dentro de espacios donde cada uno pueda desenvolverse en función de su potencial.
— Uno ve desde afuera al mundo del fútbol y pareciera que a los jugadores no les interesa nada más que hacer su trabajo e irse a su casa. ¿Cómo se hace para sembrar todos estos conceptos?
— Evidentemente se predica con el ejemplo. En mi plantel no tengo futbolistas que tengan esa mirada porque sino no estarían en Independiente. No contrataría a futbolistas que no tomen conciencia de lo que es Independiente. Y si nos equivocamos, no van a seguir en el plantel. Pero no porque es un capricho mío, sino porque creo yo que cuando uno acepta un desafío, parte de ese desafío es darse cuenta el lugar donde uno va a ser protagonista de ese desafío. Este club es muy grande, tiene mucha historia, y a todos los que en algún momento nos toca en distintas posiciones llevar adelante una parte de esa historia debemos ser respetuosos y coherentes con esa historia.
— ¿Catalogas tu gestión en Independiente como exitosa?
— Vamos muy bien porque hemos conformado un plantel que tiene características que nos emparentan con nuestra historia como nos describimos a través de ellos con Compromiso, Actitud e Intensidad. Son las siglas de nuestro club (CAI). Quiero que esté representado en cada partido que juegue Independiente empatando, ganando o perdiendo. Eso se llama identidad. Creo que esto es el capital más grande que le están dando al club. Y que los que vengan van a tener que acoplarse sí o sí a esas formas e idiosincrasia. En segundo lugar ha sido una revalorización del plantel que es todo de Independiente. Hemos hecho ventas millonarias que le posibilitaron al club resurgir de una situación económica muy delicada. En tercer lugar tenemos un potencial enorme de seguir vendiendo. Y, en cuarto lugar, creo que estamos en condiciones de tener recambio en algunos de los lugares donde vamos seguramente a vender. El primer paso lo hemos dado firme hacia adelante, pero falta mucho por hacer. Cuando hablamos del proyecto, ojalá que la línea sea esta, independientemente que sea yo el que la usufructúe hasta el final de lo que queremos lograr. Ahí sí voy a decir que no nos apartamos de una línea. Ojalá que Independiente pueda hacer lo que hizo el Barcelona, y el Barcelona cambió mucho de entrenadores. Si bien fue Rinus Michels primero y Cruyff el que lo profundizó, después fijense Guardiola. Tal vez el día de mañana venga a Independiente un Guardiola nuestro, propio, casero, de nuestro club o de otro club que sea un gran entrenador y pueda continuar todo esto. Creo que ese es el camino. Sentamos las bases que no es todo pero es muy importante para arrancar.
— ¿Y quién serías vos en esa estructura barcelonística?
— No sé… el tiempo me juzgará en función del legado.

Aquel chico que a los 16 años dirigió su primer equipo de hockey tomó una decisión que se transformó en un símbolo de sus convicciones cuando la crisis del 2001 lo sacudió casi tres décadas más tarde: arriesgó su último capital y vendió un desvencijado Renault 19 para comprar una computadora que le permitiera desarrollar un software de análisis de estadísticas deportivas. 15 años más tarde, llegó a Independiente como una especie de Steve Jobs del fútbol argentino y debió combatir con los prejuicios que generaban sus drones, GPS y demás aparatos. El tiempo terminó inclinando la balanza para su lado.
— Cuando llegaste a Independiente te criticaban mucho por el uso de la tecnología y por venir de afuera del ambiente, ¿es una revancha este presente?
— No es una revancha, pero sí muchas veces me gustaría que fuéramos diferentes. Que la prensa sea diferente. No porque me afecte a mí, sino por el crecimiento como sociedad. Cómo abordamos los temas para ser una sociedad madura, porque después nos rasgamos las vestiduras diciendo «pero el primer mundo». Tengo una frase de la adolescencia nefasta, la ponían en los coches: «El silencio es salud». ¡El silencio es una sociedad muerta! El silencio nunca puede ser salud porque no es la esencia de la democracia. Obviamente estaba la dictadura más nefasta de la historia de Argentina. Qué quiero decir con esto: no es tampoco que podamos decir cualquier cosa porque ahí también desvirtuamos el crecimiento de una sociedad. En este caso en lo deportivo. A mí no me afecta la crítica, al revés: la crítica enriquece, pero cuando es con contenido. No es que me preocupe a mí que me critiquen por la tecnología, sino por no elevar el nivel del debate. Que me preocupe más por la vida privada de los futbolistas, del vestuario, de las personas, en vez de hablar de fútbol. A mí me gustaría que me pregunten por qué hiciste tal cambio, por qué planteaste tal partido. Eso es enriquecer el debate.
— ¿De qué manera se conecta la tecnología con tu cuerpo técnico, con tus decisiones, cuánto influye?
— Es una herramienta más que ayuda a hacer más precisos los procesos de entrenamientos y las tomas de decisiones. Ese es el lugar que tiene, ni más ni menos que eso. No es que uno con la tecnología va a ganar, todo lo contrario. Fijate que con el VAR puedo no acertar, entonces yo también puedo tener un montón de datos e interpretarlos de una manera equivocada. Y no me sirven los datos: ya sea de GPS, de videoanálisis. Es una herramienta más, que bien utilizada contribuye a achicar los márgenes de error, a mejorar el proceso de entrenamiento y ayuda en la toma de decisiones.

El conductor de Independiente defiende el aporte de la tecnología y cataloga al VAR como «una herramienta extraordinaria». El antecedente reciente con este sistema no trae buenos recuerdos por Avellaneda, a raíz de las polémicas que se vivieron en la llave de cuartos de final contra River (penal no cobrado por falta sobre Martín Benítez y gol anulado por una mano inexistente de Emmanuel Gigliotti).
— ¿Es extraordinario a pesar de lo que pasó con Pinola en River-Independiente?
— Bueno pero eso lo desvirtúa el ser humano. No se puede opinar eso, pero no por eso vamos a dejar de usar el VAR. Hay que usarlo bien. En todos los demás deportes funciona. ¿Pero no será que en todos los demás deportes tienen valores que en el fútbol no tenemos?
— ¿Sí?
— Y puede ser… Si vos vas a preguntar al rugby, no se imaginan un Mundial sin VAR. En el Mundial (de fútbol) creo yo que el nivel de justicia fue tremendo. Entonces ahí está el camino.
— ¿Pero entonces por qué en el Mundial sí y en Conmebol, por ejemplo, no?
— Eso hay que revisarlo, pero yo no dejaría de utilizar el VAR. Porque hay ejemplos donde funciona muy bien: en el Mundial de fútbol funcionó muy bien. En el Mundial de hockey funciona bárbaro, en el de rugby también, en el tenis también. Entonces nosotros somos los únicos que no lo podríamos hacer funcionar. Hay que revisar por qué y en todo caso no soy yo el que lo tiene que revisar. Son las autoridades. Si, por ejemplo, es una herramienta que la FIFA decidió utilizar, será la casa madre la que tendrá que ver en qué lugares y por qué no se utilizó cómo corresponde. Y debería haber sanciones porque el error humano tiene un límite. Y si vos pegás una patada, es roja y vas para afuera. Si el entrenador no tiene una actitud desleal también va para afuera. El que se equivoca tiene que tener algún tipo de represalia.
— ¿Sentís que no la hubo con lo ocurrido en River-Independiente?
— No lo sé. No hablo de lo que pasó, hablo sobre cómo me parece que debería funcionar. Sí sería una locura sacar el VAR, lo que hay que hacer es hacerlo funcionar bien.

El trabajo que está haciendo en Independiente tiene un correlato dentro del campo de juego con futbolistas que muestran su apego por las ideas que pregona el DT. ¿Cuál es la fórmula para que el mensaje se impregne en el inconsciente de sus dirigidos?
— Existen distintos tipos de liderazgos posibles: por imposición, por carisma, a través del conocimiento. ¿Desde dónde ejerces tu liderazgo?
— Creo que trato de hacerlo desde la docencia. De tomar conciencia de la importancia que tiene en cualquier ámbito de la vida tener valores, prepararse y que esa preparación esté reflejada en los exámenes que uno va rindiendo en la vida. Muchas veces en los distintos exámenes uno comete errores y tiene que seguir aprendiendo. En la familia, en casa, con amigos, y el fútbol no es diferente. Uno se prepara, es examinado y tiene que aprender de los errores que es generalmente cuando más se aprende. A partir de allí seguir creciendo y ver si en ese proceso es realmente más placentero el resultado o el tránsito de aprender del resultado en cualquier área. Estoy convencido que disfruto mucho más del tránsito que del resultado.
— Hace un tiempo Mauricio Pellegrino dio una nota con Infobae en la que hizo mención a que Independiente ya está en otro nivel desde que él estuvo…
— Cada uno de los entrenadores que fue pasando por la institución dejó cosas positivas. Estuvieron Almirón, Pellegrino y Gaby Milito. Los tres dejaron una huella y dejaron cosas que el que viniera luego podía seguir aprovechando, ajustando lo que por ahí no había sido tan bueno y profundizando lo que sí había sido muy bueno. También coincido en que hay momentos en las instituciones, a ellos quizás les tocó el momento más duro. El más difícil porque era la vuelta del equipo a primera con un club absolutamente devastado. A ellos les tocó administrar un momento deportivo difícil. Como a De Felippe en su momento en la B Nacional. Yo llegué en un momento ideal para empezar el crecimiento por lo que habían dejado mis colegas anteriormente.
— ¿Qué le diste vos entonces?
— Yo creo que aproveché esas bases y a partir de allí fuimos seleccionando un plantel que fue encontrándonos lenta y progresivamente con nuestra historia. Eso fue muy importante: la identidad, ese compromiso, actitud e intensidad que salió de los mismos futbolistas. Ese volver a darle lugar a las viejas glorias, el saludo, en las formas volver a emparentarnos con nuestra historia y en el contenido dentro de la cancha tener un equipo realmente muy competitivo. Lo que deseaba era lograr que me pase lo que sentíamos cuando Independiente vos sabías que podía salir campeón. Hoy creo que el equipo es muy competitivo, el fútbol moderno no es sencillo, pero creo que Independiente está en una condición muy ventajosa de cara al futuro.
— Se ve a un equipo que en muchos pasajes de tu mandato tuvo a la intensidad como una herramienta fundamental para exponer su juego, ¿cómo se logra eso?
— La característica de los futbolistas es muy importante para eso, es difícil que un futbolista sea agresivo si no es agresivo. Es difícil que un futbolista sea rápido, si no es rápido. Hay una condición genética que va más allá de lo que el entrenador pretenda. Lo que el entrenador sí debe es buscar características de acuerdo a la idiosincrasia y el juego que quiere jugar y no pedir lo que los jugadores no pueden hacer. Creo yo que la primera característica que tiene el equipo es que en la mayor cantidad de componentes del mismo son dinámicos, agresivos y por ende el equipo, más allá de lo que haga el entrenador, es un equipo que naturalmente es agresivo o dinámico.
— ¿Independiente está en condiciones de ganar la Superliga?
— Independiente tiene que ser competitivo. Cuanto mínimo, tiene que clasificar a las copas. Es una cuenta pendiente: Independiente tiene que ganar en algún momento una Superliga, tiene que ganar en algún momento una Copa Argentina, tiene que volver a ganar la Libertadores. Independiente tiene que ganar. ¿Cuáles son los desafíos de cara al futuro? En primer lugar, tener un plantel competitivo que los recambios no impliquen que abandonemos un sistema de juego. Sostenerlo en el tiempo más allá de las ventas. En segundo lugar, nosotros acabamos de lograr en dos años dos títulos, no lo lográbamos desde el año 94/95 y no clasificábamos a cuartos de final de la Copa Libertadores hace 28 años. Esto tendría que ser lo normal. Estos dos últimos años tienen que ser la normalidad de Independiente. Desde el 2002 al 2010 pasaron ocho años. Desde el 2010 al 2017 pasaron siete años. Y en el medio con el descenso. Entonces lo que yo no quiero es que pasen siete años para que Independiente vuelva a salir campeón, lo que no quiero es que pasen siete años para volver a vender por 30 millones de dólares, lo que no quiero es que pasen siete años para no seguir mejorando la infraestructura. Ese es el camino que el club debe profundizar. Eso es para mí tan importante como ganar un campeonato, porque esas bases son las que nos van a hacer ganar muchos más campeonatos. Lo más importante es siempre estar competitivos. Obvio que queremos ganar, pero para ganar hay que construirlo. Yo creo que ganamos demasiado rápido en base a la construcción y a la siembra. Creo que la siembra hay que profundizarla para que la cosecha sea mucho más que esto y no sea cada ocho o siete años.
— ¿Cuál fue la fórmula para lograr que Martín Benítez se reinvente desde aquel jugador que sufría por las críticas?
— Por Martín, como por todos los demás futbolistas, uno se va encariñando, tiene mucho afecto. Él pasó momentos duros y uno trata de ayudarlo más allá de lo que es el fútbol. Creo que en el fútbol y en un club de estas características lo que no hay es paciencia. Y justamente lo contraindicado en un proceso de entrenamiento es la impaciencia. Esto no se puede hacer de la noche a la mañana. Uno quisiera que un futbolista debute en la primera, haga cinco goles, se gambetee a todo el mundo… Lamentablemente excepto que fuera Maradona, Messi, Bochini, Riquelme, que son elegidos, la población general y normal de los deportistas necesita proceso, crecer. En nuestro mundo nos caracteriza la impaciencia. Y en el mundo Independiente, más. Creo que lo que Martín necesita es el apoyo irrestricto de la gente. Después dependerá de cada uno. Por suerte Martín arrancó, pero en el caso que no lo hicieran (los juveniles) siguen siendo capital del club y tendrán que hacerlo en otra institución. Por ahí después volverán y brillarán en la primera de Independiente, o por ahí recordarán el paso por Independiente como un momento de su vida y crecerán hacia otra institución. Esto debe ser tomado de manera natural. Martín necesita contención, apoyo para seguir creciendo, porque no todos maduramos ni futbolisticamente ni para la vida al mismo tiempo.
— ¿Pero fue solamente el tiempo de maduración o tuviste que hablar mucho?
— Martín, como tantos otros chicos, necesita la toma de conciencia que uno va forjando mientras ocurren las cosas en su andar. Cuando uno se va haciendo cargo y se empodera es cuando va provocando el progreso en las distintas áreas de su vida. Creo que Martín está en ese proceso.
— ¿Cómo ves a la selección argentina? ¿cómo ves el proceso? ¿fantaseas que tu nombre pueda estar en algún momento en Ezeiza?
— Cualquier entrenador de cualquier deporte estaría faltando a la verdad si no dijera que sería honrado dirigiendo a la selección argentina. Esto es claro y creo que es una responsabilidad muy grande para el entrenador porque pasa a ser el entrenador del equipo de todos los argentinos. El gran desafío, más allá de la persona y en el momento que decidan los directivos, es un proyecto. El hecho de que un chico entre lo antes posible en un proceso de selección implica toda una idiosincracia de selección que es distinta a toda a la de un club. No es lo mismo representar a un club por más grande que sea que ponerse la camiseta con todo un país atrás de esa camiseta. Esto hay que sentirlo, vivenciarlo, disfrutarlo, pero hay que enseñarlo. En cuanto a la parte de contenido, más todavía, porque después cada profesional cuando va llegando a la punta de la pirámide cada vez lo tenés menos. Si no sentás bases conceptuales básicas, es muy difícil tener una idiosincracia futbolística clara o un sistema de juego claro. Cuando se acercan a la punta de la pirámide se van para todo el mundo y ahí uno los tiene en cuenta gotas. ¿Uno qué desea? Que jueguen en cuero y digas: «¡Esto es Argentina!». Eso creo que se construye a partir de un proceso. Es muy importante que se pueda elaborar un proyecto que vaya más allá del entrenador de turno y no se simplifique diciendo «quiero que sea carlitos o juan». Quiero un proyecto.

Cuando todavía el sueño del fútbol estaba más cercano a correr detrás de la pelota que a diagramar cómo hacer para que once jugadores la utilicen del modo más provechoso, Ariel perdió a su padre en un amargo accidente laboral. Las lágrimas que brotaron de su rostro cuando alcanzó éxitos deportivos con Independiente tenían detrás el recuerdo de su padre. El hombre que le transmitió este legado todo rojo.
— Cuando hablas de Independiente con la imagen de tu papá latente, todo cambia, se modifica tu rostro y hasta lloraste, ¿por qué?
— Creo que todos nacemos con una pelota y una camiseta. Generalmente, no siempre, surge a partir del papá. En ese momento uno empieza a compartir, lo que nos ocurrió con nuestro papá. Los momentos de mayor felicidad con mi viejo fueron en este estadio, en la doble visera, en este espacio. El abrazo de gol, la comunicación… Nosotros venimos de una generación en la que no había tanto diálogo con los padres. Venías en el colectivo, en el tren o el auto para la cancha y ya arrancaba toda la previa, cómo forma el equipo, contra quién jugamos, las charlas típicas de los autos cuando vas a la cancha. Desde ese lugar eran las charlas con él. Me di cuenta que la parte afectiva con mi viejo era como nunca en la cancha: el abrazo de un gol, el estar contentos, ir a Mitre cuando Independiente salía campeón. Por eso para mí es muy fuerte. En definitiva ese momento de mayor afecto, mayor simbiosis entre los dos, desde lo afectivo también era desde lo racional de la charla. Por ahí se rompía el hielo con el fútbol y terminábamos a la vuelta, después de comentar el partido, en menor medida, con una pequeña charla de la vida: «che, ¿y tu novia?» o «¿papá la semana que viene tenés trabajo?». El que tiene a su padre que lo disfrute y lo traiga acá (Libertadores de América) o a la cancha de Boca, de River pero que lo disfrute porque cuando no están no hay forma de repararlo. No es un partido que uno pierde y al otro fin de semana gana y compensa. Acá se termina y se termina. Desde ese lugar es muy fuerte mi experiencia porque recuerdo todos esos momentos. Eran momentos fantásticos.
— ¿Te encontraste internamente en algún momento diciéndole «viejo, mirá a dónde llegue»?
— Mis amigos y gente del club saben bien lo que es para mí esta situación. En ese recuerdo siempre está él presente. Pero también me ocurrió cuando era entrenador de hockey o de Defensa. El papá y la mamá para uno son faros. Lo que uno es en la vida se lo debe a la educación que le dieron.

 

 

 

Fuente: Infobae

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