Alberto, con problemas de liderazgo, le pone la 10 a Guzmán y reza por una jugada salvadora


25 octubre, 2020


25-10-20 En una reunión privada que tuvo hace unos meses, Cristina Kirchner elogió ante sus asistentes a Jorge Milton Capitanich, su exjefe de gabinete y hoy gobernador de Chaco. “Esa es la dinámica de gestión que necesitamos”, dijo.

La gestión es criticada por Cristina cada vez que puede. El liderazgo de Alberto Fernández es cuestionado por gran parte del Gabinete, donde muchas veces prefieren tocar otras puertas antes que hablar con él. Ya no se trata solamente de objetar a Santiago Cafiero, su jefe de ministros, sino que por lo bajo las críticas son extensivas al propio Presidente y a su entorno directo.

La sensación de falta de rumbo que se percibe en el Palacio también es compartida por una parte de la ciudadanía. En una encuesta de Synopsis le preguntaron a la gente del 1 al 10 cómo evaluaba el liderazgo de Alberto en distintos rubros. Si se aprueba con 6 como en la secundaria:

  • 68% reprueba su “capacidad de gestión”, entendida como capacidad para resolver problemas.
  • 70% reprueba su “capacidad de diálogo” y construir consenso con la oposición.
  • 67% reprueba su “autoridad” o “capacidad para conducir su coalición de gobierno”.
  • 69% evalúa con menos de 6 su “claridad en el rumbo”. No ve una “visión clara de a dónde tiene que ir el país”.
  • 68% reprueba su “credibilidad” o capacidad de hacer creíbles sus argumentos.
  • 63% reprueba su “sensibilidad”, entendida como la capacidad de reconocer con claridad los problemas de la gente.

La mayor parte de los encuestados (entre el 33 y el 49% según el ítem) le puso un 1 en todo. Y el rechazo llega incluso al 20% en su propio electorado.

Los problemas se agravan para el Gobierno.

  • Apenas el 33% votaría al Frente de Todos si las elecciones fueran hoy (es el piso histórico del kirchnerismo) y 19,4% de los que lo votaron en 2019 dicen que no lo votarían.
  • El 65% de la gente cree que estamos peor de lo que esperaba en marzo respecto al manejo de la pandemia y 53% tiene consideración negativa del manejo que hizo Alberto del tema.
  • El Gobierno tiene índices de desaprobación similares a los de Macri cuando dejó el poder.
  • Alberto tiene un diferencial de imagen negativa de más de 20 puntos.

La falta de liderazgo se ve en casi todas las áreas. En algunos casos, todo se traba por las dificultades propias de un gobierno de coalición; en otros se traba en la cabeza del líder. Aunque algunos sectores del albertismo se quejan de la falta de apoyo de los gobernadores que podrían actuar como contrapeso ante ciertas tensiones.

Sin embargo, las carencias en la conducción son evidentes.

  • Nunca quedó claro cuál era el plan para encarar la pandemia. No se fijaron objetivos, metas cuantificables, ni un plan de comunicación para que la gente acompañe. La única medida fue la cuarentena temprana, un recurso que se fue agotando antes de tiempo.
  • No hay un plan para “restaurar la sostenibilidad de la deuda educativa”. Los chicos de todo el país –incluyendo provincias con menos de 500 casos de Covid-19- siguen sin clases (presenciales). Nunca se explicó científicamente por qué.
  • No hay un plan económico para la emergencia sanitaria. Se dictó la cuarentena sin explicar claramente cómo se iba a subvencionar a los sectores afectados. En 8 meses se dieron 3 cuotas de IFE y se está viendo qué se hace con la cuarta.
  • No hay un plan de seguridad ni ideas claras sobre cómo el Gobierno va a controlar el gran estallido que se viene en materia de inseguridad. Con índices de pobreza del 60%, todo va a ser necesariamente peor.
  • Por último, y no menos importante, no hay claridad sobre el modelo económico que pretende instrumentar el gobierno de Alberto Fernández, empezando por la ausencia de una definición básica por parte de las máximas autoridades del espacio: el concepto de «capitalismo solidario» es demasiado ambiguo para convencer al tipo que tiene que vender dólares para invertir.

En busca del superministro

La pandemia está descontrolada y no hay nada más que hacer: solo tirarle el fardo a los gobernadores y rezar para que el verano no sea demasiado caluroso; mucho aire acondicionado no ayuda.

Pero en economía todavía queda una carta. Por eso esta semana se consolidó lo que anticipaba A24.com la semana pasada: Guzmán queda empoderado como MINISTRO de Economía (las mayúsculas son originales) y va a tener que hacerse cargo de su éxito o de su fracaso. No hay más Pesce, ni Kulfas, ni Marcó del Pont que le hagan sombras.

Guzmán sabe jugar de diez -por lo menos en el fútbol- y no siente que la camiseta le quede grande. Entrena con el mismo esmero con el que estudia los temas de su incumbencia. Es un hombre de rutinas: en la primera mañana se dedica a revisar papers y analizar situaciones.

Entre las 9.30 y las 10 llega al Ministerio, donde empieza con reuniones, la mayoría por zoom. Desde el principio les dijo a sus allegados que iba a ser respetuoso de la cuarentena y que iba a hacer lo mismo que se le exigía a la sociedad. Trató de minimizar las reuniones presenciales y las recorridas; no hay fotos suyas sin barbijo, excepto cuando está exponiendo.

Planifica las reuniones con minutos. “Ha llegado a poner una reunión de 9.37 a 10.05”, cuentan en su entorno. Es ordenado y puntual. Trae en la cabeza el modelo yankee, tanto en las formas como en el fondo. “Es un proceso, una idea de terminar con barquinazos e ir a una convergencia”, dice uno de sus colaboradores de confianza.

En ese sentido, tampoco está dispuesto a vivir en los medios. Repite que no entiende cuándo trabajan muchos de los funcionarios que viven en los estudios de TV. Es uno de los reclamos constantes que le hacen en la Rosada.

Por las dudas, en su primera aparición mediática desde que asumió el rol de superministro, aclaró que en todas las reuniones de gabinete económico está Santiago Cafiero, jefe de Gabinete, y que él es el jefe de los ministros y coordinador de ministros. Eso sí, está claro que la última palabra en materia económica hoy es de Guzmán.

El ministro no va a levantar el perfil como muchos le piden adentro del Gabinete. El modelo de comunicación de Alberto está en crisis: se sobreexpuso y su palabra quedó devaluada.

El viernes, Guzmán tuvo que aclarar que no va a haber devaluación. En los análisis del ministerio hay 41 mil millones de dólares de reservas, suficientes para mantener al dólar oficial a los niveles actuales (obvio, con cepo). Ese día fue el primero en que se vieron los efectos de las últimas medidas del ministro: el Contado con Liqui bajó sensiblemente. Todavía no impactó en el blue, aunque algunos dicen que el Central tiene herramientas para hacerlo bajar. Si es así, no queda claro por qué no lo hace.

El rol de los gobernadores

En el albertismo piden más presencia de los gobernadores. El viernes por la mañana se juntó el Consejo Federal de Inversiones (CFI), un organismo que congrega a los gobernadores y que suele ser usado como bunker de los mandatarios provinciales peronistas en épocas de crisis.

Ahí estuvieron todos. La virtualidad no permite mucha rosca, pero avanzaron en la designación de un nuevo Secretario General. El histórico titular del CFI, Juan José Ciácera, había fallecido hace unos días. El nombre para reemplazarlo lo llevaron dos gobernadores y luego lo puso sobre la mesa Eduardo de Pedro, ministro del Interior y hombre de confianza de Cristina Kirchner en el Gabinete. “Wado” actuó como “articulador”, dicen en su entorno.

Se llama Ignacio Lamothe, cercano a la Cámpora pero con amplia experiencia en el peronismo. Trabajó durante mucho tiempo con el histórico operador Juan Carlos Mazzón. Su nombre fue aceptado por los gobernadores. No les generó rechazo y siempre es bueno estar bien con el ministro del Interior. Ojo, el último en ese cargo clave estuvo ahí 33 años.

“Estamos todos en el mismo barco, es clave la calma y que el dialogo fluya. Y si hay alguien que no quiere la grieta es Alberto Fernández. Esto es una tarea colectiva», dijo Guzmán en entrevista con Fantino.

Se sabe poco, pero Guzmán también teje con la oposición. Suele hablar con Lacunza, Lavagna y los gobernadores de Juntos por el Cambio, incluido Horacio Rodríguez Larreta

En el peronismo cuesta que se entienda la gravedad de la situación. Los gobernadores no activan y siguen cuidando sus quintas. Un ejemplo: el gobernador de San Juan, Sergio Uñac, estuvo en el acto del 17 de octubre en Buenos Aires. Vino en avión privado con una delegación mediana. Se olvidó de subir al vuelo a José Luis Gioja, coprovinciano titular del PJ. Nimiedades de la política criolla.

Fuente : A24.com

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