En la última semana, el magnate eludió a los líderes de su partido y selló acuerdos con la oposición.
El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, acaba de completar uno de sus impredecibles giros y en la última semana acordó leyes claves con los demócratas, en un abierto desafío a los líderes republicanos del Congreso y en una apuesta a mejorar sus niveles de popularidad.
El primer acuerdo importante lo cerró la semana pasada, cuando negoció con los líderes demócratas en el Congreso, Nancy Pelosi y Chuck Schumer, para autorizar miles de millones de dólares en apoyo para los damnificados del huracán Harvey y la extensión por tan solo tres meses del techo de deuda federal.
Fue un acuerdo inesperado para los negociadores republicanos Paul Ryan (presidente de la Cámara de Representantes) y Mitch McConnell (el líder de la mayoría republicana en el Senado), quienes tenían como objetivo conseguir que los demócratas aprobaran el nuevo techo de deuda por el mayor tiempo posible: dieciocho meses.
Los demócratas necesitaban lo contrario, si lograban que el techo de deuda se extendiera durante sólo seis meses, esto forzaría a los republicanos a regresar a la mesa de negociación en marzo y así sacarles algo a cambio en 2018, que es por cierto un año electoral en el Congreso.
La primera oferta de Pelosi fue demasiado alta: ofrecieron sólo tres meses de extensión al techo de deuda, obviamente esperando que Ryan y McConnell hicieran una contraoferta y consiguieran la extensión por seis meses o quizás un año. En eso estaban cuando Trump aceptó sorpresivamente la absurda primera oferta de los demócratas, dejando atónitos a todos los presentes, y furiosos a McConnell y Ryan, quienes tendrán que regresar suplicantes en diciembre, rogando por otra extensión a los demócratas.
Los opositores estaban encantados. Schummer celebró la postura «bipartidista» de Trump y alabó la intención del presidente de «hacer las cosas». Los republicanos no quedaron tan contentos. McConnell intentó como pudo explicar el tren mental del magnate, explicando que quería demostrar unidad en un momento de crisis nacional.
El segundo gran acuerdo de Trump con los demócratas lo selló el miércoles, durante una cena en la Casa Blanca con Pelosi y Schumer, cuando acordó apoyar legislación que legalice las medidas contempladas en el programa DACA, que protege a alrededor de 800 mil dreamers (jóvenes indocumentados que llegaron a Estados Unidos cuando eran niños), y que el presidente anunció días atrás que suspendería en seis meses.
De acuerdo con fuentes cercanas a los legisladores demócratas, el trato para apoyar la legislación pro-DACA no incluye fondos para el muro fronterizo con México, aunque sí contempla incrementar el financiamiento para «seguridad fronteriza». Sería otra concesión notable de Trump y otro triunfo para los demócratas.
No obstante, la secretaria de prensa de la Casa Blanca aclaró poco después que «aunque DACA y seguridad fronteriza fueron discutidas (con los demócratas), excluir el muro no fue acordado». Aunque es sin duda posible que Schumer y Pelosi hayan malentendido al presidente, lo más probable, conociendo el historial de Trump, es que al ver la reacción negativa que la noticia estaba teniendo entre sus seguidores ultranacionalistas, se haya arrepentido del acuerdo.
Es que más allá de que estos dos acuerdos le permitieron a Trump una cobertura positiva de los medios que tanto odia, la respuesta no sería igual de parte de sus seguidores, quienes han demandado en repetidas ocasiones que no haya DACA ni amnistía para los indocumentados.
Las dos decisiones recientes de Trump que han sido benéficas para los demócratas tienen una cosa en común: se trata de asuntos en que la impopularidad de la postura tradicional republicana le traería al presidente toneladas de cobertura negativa en los medios. Cuando anunció la eliminación de DACA, por ejemplo, Trump probablemente se dio cuenta casi de inmediato que se trataba de una medida muy popular entre los ciudadanos. La mayoría de los norteamericanos simpatiza con los dreamers, y los únicos que clamaban la eliminación del programa eran sus votantes más ultras.
Pero más allá de la conveniencias personal, el giro de Trump revela también que -como sostienen analistas políticos estadounidenses- culturalmente tiene más que ver con demócratas como Nancy Pelosi que con republicanos como Paul Ryan. De hecho, el magnate años atrás supo defender a Bill Clinton, aunque luego advirtió que su camino para llegar a la presidencia sería más factible en el Partido Republicano.
Fuente: LPO