La misma noche en que Lucas Alario dejó de ser definitivamente jugador de River, River entronizó a Ignacio Scocco en su nuevo ídolo y héroe.
El villano de Cochabamba, aquel que se perdió dos goles bajo el arco de Wilstermann como un principiante rengo, anoche mató todas las angustias en veinte minutos. Un hatrick en tiempo récord solo esperable de Messi. Allá lejos, en Alemania, el Leverkusen celebra el fin de verano sabiendo que desde la próxima fecha podrá contar con Alario. ¿Y a mí qué?, dirán en Núñez. Ahí en el el Monumental, lo de River no puede llamarse solo una primavera. Líder de la flamante Superliga, mató los fantasmas de la eliminación en la Copa con autoridad. El susto, pasó.
Parecía difícil desde la matemática. Un 0-3 asusta a cualquiera y ni aún en la hora dulce del festejo, no habrá hincha de River que niegue las angustias de una semana entera. Parecía difícil, pero no imposible. Wilstermann es un equipo duro pero limitado, su 3-0 en su casa fue un espejismo aun contando los dos goles (bien anulados). Había sido un partido extraño, atípico, en el que River pagó por impericias de momento en defensa y porque los goleadores suelen ser así. Así, como Scocco, que resuelve todo y se guarda otros dos goles para el segundo tiempo.
Es difícil que River encuentre tantas facilidades otorgadas por el adversario en situación crítica. Wilstermann se goleó solo, asi como en su casa permitió que Scocco le sacudiera el arco dos veces a centímetros de la línea de sentencia. Anoche, el Scocco “normal”, frío, certero, preciso, eficaz, fue un sicario del área. Fue tan escandaloso el free pass que le concedieron los bolivianos que cualquier despistado de lo que se estaba jugando pudo haber pensado que los visitantes iban para atrás. Alario es un bello recuerdo para los hinchas de River. Llegó el momento de Scocco, justo a la hora señalada.