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El tráfico de niños ucranianos por parte de las fuerzas rusas es un drama que continúa en desarrollo y que Moscú no oculta, incluso mostrando a los niños en televisión como un “logro” por haberlos salvado de la destrucción causada por sus propias manos.
“Mi mejor conjetura es que Rusia se lleva a los niños para que sirvan de utilería en sus programas de propaganda televisiva. Y después no se molesta en devolverlos”, apuntó Nicholas Kristof, ganador de dos premios Pulitzer, en una columna para el New York Times en el que repasa varios casos de niños llevados forzosamente a territorios controlados por Rusia, así como el suplicio de sus familias en Ucrania.
Según los casos que conoció de primera mano, las fuerzas rusas usan varios motivos para trasladarlos. En algunos casos, son menores que quedaron huérfanos por los bombardeos. En otros, les prometieron llevarlos a un campamento de verano gratuito en el que estarían a salvo del fuego, alejados de la línea de frente.
“Los rusos prometieron que serían dos o tres semanas, y que luego los niños volverían”, contó Nadia Borysenko, de la ciudad de Balakliya, a Kristof. Su hija Daria estaba entre los 25 niños que subieron al bus y no volvieron porque Rusia pone demasiadas trabas para el retorno. En algunos casos, ya fueron entregados en adopción.
Semanas atrás, en la cumbre del G20, el presidente Volodimir Zelensky dijo que son “decenas de miles” de casos, mientras que el recuento oficial supera los 11 mil. “Entre ellos hay muchos cuyos padres fueron asesinados por ataques rusos, y ahora están retenidos en el Estado que los asesinó”, dijo el líder ucraniano.
No es algo que Rusia oculte. Por el contrario, hay familias ucranianas que reconocieron a sus sobrinos o nietos porque fueron presentados en la TV rusa, dándoles regalos y pregonando un “logro” de haberlos salvado. La propia comisionada rusa para los derechos del niño, Maria Lvova-Belova, se jactó semanas atrás de haber adoptado a un niño ucraniano.
“Eso no es caridad; puede ser un genocidio”, destacó Kristof, recordando que un tratado internacional de 1948 especifica que “el traslado forzoso de niños”, cuando se pretende destruir una nacionalidad, constituye un genocidio.
También, Rusia se escuda en que ofrece la posibilidad de devolverlos. Pero las condiciones que pone son imposibles para muchas familias que ya están devastadas o perdieron todo con la guerra. Deben ir a Rusia pero pasando por Polonia y luego a otros países, con pasaportes y documentación difícil de obtener y un gasto considerable.
“El traslado de miles de niños es un duro recordatorio de que éste no es un conflicto armado típico. Pueden ser crímenes de guerra. Deberían ser una llamada de atención para los estadounidenses y los europeos fatigados por el apoyo a Ucrania. ¿Realmente quieren apoyar a un estado que patrocina el tráfico de niños?”, apuntó el autor de la columna.
Varias familias le confirmaron al periodista que han podido conversar con sus hijos en videollamadas en las que dijeron que no están siendo maltratados, pero lloran y quieren volver.
“Por supuesto que es un crimen de guerra cuando se llevan a nuestros hijos”, declaró Dementiev Mykola, un fiscal local. “Y cometen un crimen al no facilitar el regreso de esos niños”.
Kristof puntualizó: “Los niños no son un botín de guerra. Un gobierno no debería traficar con miles de niños. Estas proposiciones elementales ponen de manifiesto lo que está en juego moralmente en la guerra de Ucrania, y es importante que el mundo se sitúe firmemente del lado del derecho, y que traiga a Daria a casa con su madre”.