Novak Djokovic, su 23° Grand Slam y la discusión de siempre: ¿ya es el mejor tenista de la historia?


12 junio, 2023


¿Los más grandes de la historia?

En diciembre pasado, cuando la Selección Argentina coronó en Qatar su hazaña mundialista y la cuenta deportiva/personal de Lio Messi alcanzó dimensiones estratosféricas, renació la discusión acerca del “más grande de todos los tiempos” (Pelé, Diego, Messi). Dejando aquel recuerdo a un lado, en el tenis se trata de un planteo constante, pero que pueden llevar horas y hasta textos interminables. Y que quedará sólo para fans, en un sitio que admite todos los gustos.

De entrada, hay un elemento fundamental: el tenis de esta época no guarda relación alguna con el que se jugaba medio siglo atrás ni, mucho menos, con el de hace casi un siglo, cuando Donald Budge se convirtió en el primer hombre en lograr un Grand Slam, los cuatro ‘majors’ en la misma temporada, la de 1938. Podríamos definirlos como deportes “distintos”, aunque mantenga la esencia y parte del andamiaje reglamentario. Las normas van cambiando, adaptadas a las nuevas exigencias. La tecnología alrededor del jugador no tiene nada que ver con el “tenis clásico” (suficiente comprobarlo con las raquetas). Y, lo más relevante, el rotundo cambio en la preparación física, que se hizo aún más evidente en estos últimos años. No sucede sólo en el tenis, sino en todos los deportes de alta competencia.

Si partimos de esa base, colocar a Djokovic, o cualquiera de sus contemporáneos, en una comparación con los históricos, resultado complicado.

Pero en lo que no tenemos dudas es que Djokovic, así como Federer y Nadal, ingresan en la galería de los tenistas que marcaron época y que merecen su sitio en el Olimpo de los más grandes de la historia. En el lugar que uno prefiera.

Como una divisoria de aguas podemos situar a 1968, cuando se admitió a los profesionales en los campeonatos oficiales, el nacimiento de la era Open. O pocos años más tarde (1974), cuando el trío Connors-Borg-Vilas llevó al tenis a las audiencias masivas.

De aquella época previa, Rod Laver quedó como el mayor exponente, como líder de una maravillosa generación australiana que también contó con Ken Rosewall y Roy Emerson (éste, el mayor ganador de ‘majors’ hasta tiempos recientes). Laver es el autor de una proeza inigualada hasta nuestros días: logró el Grand Slam en 1962 y lo repitió siete años más tarde. Pero entre esos siete años, y en su plena juventud, integró la reducida troupe profesional y no pudo competir en los torneos oficiales. ¿Cuántos más habrían ingresado a su cuenta?

Más allá de esa cosecha, se recuerda a Laver como un jugador de técnica, mentalidad y físico excepcionales. También, como el hombre que inspiró a los gigantes que vendrían después.

Del citado trío que marcó la irrupción del super profesionalismo, Björn Rune Borg emergió desde adolescente. Lo hizo rápido, pero igualmente rápido fue su adiós. Cuando conquistó en cinco oportunidades consecutivas la corona de Wimbledon entre 1976 y 1980, a la par de seis títulos en Roland Garros, muchos pensaban (¿pensábamos?) que pasarían décadas antes que pudieran siquiera igualarle. En ese momento se consideró que su dominio de Wimbledon era incomparable pero –además de su impresionante concentración- Borg era un feroz luchador y ofreció algunos de los espectáculos más apasionantes de la historia: la semifinal de Wimbledon 77 con su amigo Vitas Gerulaitis o las dos finales en el mismo escenario con ese volcánico talento llamado John Patrick McEnroe.

Pero llegó Sampras y batió el récord de Borg en Wimbledon. A la vez, junto a Andre Agassi marcaron los rumbos del tenis sobre finales del siglo, con el de Las Vegas por más tiempo en los canchas y todavía más completo: fue campeón en todas las superficies, una distinción que casi no se había visto entre los grandes desde el momento Laver.

Lo del “Big 3” es reciente. Será el tiempo que ubique a estos fenómenos en su justa dimensión: Roger Federer, Rafael Nadal, Novak Djokovic. Los tres quedan instalados en el Olimpo. Uno de los elementos llamativos en esa camada es su vigencia: más de quince años (veinte en el caso de Federer) compitiendo en el máximo nivel. Podía resultar increíble hasta fines del siglo pasado. Es cierto que Rosewall jugó su última final de Wimbledon a los 40 años, o que Connors protagonizó un clamoroso revival en el US Open a los 39, pero se trataba de situaciones aisladas. La demoledora presión del circuito de tenis –física y mental- supuestamente conduce a lo contrario: a un punto de saturación psicológica y a una permanencia más acotada en condición de “estrellas”. Hasta en ese aspecto, Federer, Nadal y Djokovic demolieron las previsiones.

Con los tres, la lista de récords es abrumadora. Pero quedará el tenis de Roger Federer entre las máximas expresiones técnicas, al llevar a su deporte a una dimensión de belleza artística, sin que disminuyera su aptitud competitiva. Nadal es igualmente asombroso en cuanto a su mentalidad, fortaleza y coraje. Cuando Federer-Nadal estaban marcando los rumbos con una rivalidad histórica, asomó el serbio como el villano de la película.

En Djokovic se cuentan los mismos atributos físicos, técnicos y mentales de los otros dos integrantes del trío, pero con un plus: resulta el más parejo si computamos todas las superficies, ya que se presentó siempre como el adversario más fuerte en todas ellas. Djokovic ya quedó al frente en la acumulación de títulos de Grand Slam (23) y seguramente el tumultuoso período de la pandemia le arrebató la posibilidad de alguno más. Djokovic, además, estuvo a un paso de coronar algo que ningún tenista concretó –ni estuvo cerca- desde Laver hasta nuestros díasel Grand Slam. Medvedev lo frenó en el toque final, en el US Open del 2021.

Federer, Nadal y ahora Djokovic llevaron al tenis en otra escala. El carisma del suizo y la entrega de Nadal les dieron un nivel de popularidad por las canchas de todo el mundo que, en el caso de Djokovic, no es tan alta por sus controversias (entre ellas, su postura antivacunas). Pero no le baja un céntimo a su jerarquía tenística. A los tres, se los podría extrañar en un futuro próximo, en cuanto a la estadística. Pero, lo cierto, es que la evolución física y técnica que emerge con las figuras más jóvenes (Alcaraz y muchos más), si bien no compita contra aquellos récords, le garantiza al tenis el brillo, atracción y espectacularidad que tanto nos hicieron disfrutar sus ídolos. Con algunos de ellos todavía en la carretera.

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Con información de Clarín

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