16-11-20 El piloto de Suzuki sólo necesitó acabar séptimo para convertirse en el cuarto campeón español de la historia de la categoría reina
«¿Crees que puedes ganar?», preguntaron a Joan Mir este domingo minutos antes de la carrera de su vida y él aclaró su objetivo: «No necesito ganar». Madurez, serenidad y consistencia.
El nuevo campeón de MotoGP alcanzó ese estatus con los mismos argumentos que le habían colocado a un paso de la gloria. Los nervios se encabritaron, como no podía ser de otra manera en un piloto de 23 años que empezó la temporada con un podio como máximo propósito, pero Mir supo calmarlos. No fue su mejor día y tampoco importó. En Cheste, donde había vencido sólo una semana antes, se conformó con ser séptimo mientras sus rivales fallaban como tantísimas otras veces este año.
Fabio Quartararo se fue al suelo, Maverick Viñales sólo pudo ser décimo, Andrea Dovizioso acabó justo delante de él, Álex Rins remontó hasta el cuarto puesto y Franco Morbidelli ganó pero su desventaja en la clasificación ya era exagerada. A Mir le bastó un único adelantamiento, a Aleix Espargaró, y mucha madurez, mucha serenidad y mucha consistencia para ver por fin la bandera a cuadros y celebrar el hito de su vida. Campeón de MotoGP, quién lo hubiera dicho en enero.
En un Mundial recortado por culpa del coronavirus, en un Mundial tocado por la ausencia de Marc Márquez, el motociclismo descubrió una nueva estrella, un nuevo tipo de estrella. Después de la era de los campeones alfa, líderes carismáticos que chocaban una y otra dentro y fuera de la pista, Valentino Rossi, Casey Stoner, Jorge Lorenzo, el propio Márquez, aparece un referente que hace de la tranquilidad su bandera, al que no se le conocen enemigos. Es Mir un tipo que rehuye los adelantamientos agresivos y las guerras dialécticas, que hace la suya, y ese estilo es aire fresco para un campeonato demasiado agresivo. Será el año próximo, con el trofeo en su casa de Palma y Márquez ya en pista, cuando habrá que calibrar del todo el talante de Mir, pero el futuro de MotoGP hoy se ve más claro.
«Es increíble, no tengo palabras para describir esta emoción. Esto es algo por lo que he estado luchando toda mi vida. No sé si reír o llorar, no sé qué hacer. De momento ni me lo creo. Necesito tranquilizarme un poco para asimilarlo», comentó Mir, ya campeón, justo al llegar al parque cerrado en Cheste, donde demostró su carácter. Madurez, serenidad y consistencia.
Con lágrimas en el rostro, pegó un grito, se reunió con su novia Alejandra y sus padres Joan y Ana y se sentó en el suelo para entenderse para repasar lo vivido este año, para asumir lo conseguido. Su temporada, más después de abandonar en dos de las tres primeras carreras, sólo se explica gracias a su serenidad. Si no gana la semana próxima en Portimao, será el campeón con menos victorias de la historia de 500cc/MotoGP, sólo una, lo nunca visto, pero sus siete podios son méritos suficientes. Cuando otros fallaban y fallaban, él siempre estuvo ahí y le bastó para convertirse en el cuarto campeón español de la categoría reina de la historia.
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Después del milagro de Álex Crivillé en 1999 y de los nueve títulos casi consecutivos de Lorenzo y Márquez, el motociclismo español, con nueve representantes en parrilla, demostró esta extraña temporada con Mir que el campeonato es suyo y que lo será al menos unos años más. Pese a los muchos problemas que tuvo Mir para llegar al Mundial su ascenso confirma que la cantera todavía funciona pese a la internacionalización y al empuje de la escuela creada por Rossi en Italia.
De Palma de Mallorca, Mir empezó a competir muy tarde, a los 10 años, pero entrenado por la Federación Balear de Motociclismo apareció a los 14 años en la Red Bull Rookies Cup y, de ahí, al Mundial de Moto3 en 2017 y este domingo al Mundial de MotoGP. Madurez, serenidad y consistencia. Empieza un nuevo tiempo en el motociclismo.
Fuente: El Mundo