El Papa, en tierra mapuche: «La violencia vuelve mentirosa la causa más justa»


17 enero, 2018


TEMUCO.- Desde tierra ancestral mapuche y en medio de fuerte tensión por ataques incendiarios a iglesias y por la destrucción, esta madrugada, de tres helicópteros de una empresa forestal y una escuela, el Papa , que siempre respaldó la causa de los pueblos originarios, llamó hoy enérgicamente a rechazar la violencia.

«No se puede pedir reconocimiento aniquilando al otro, porque esto lo único que despierta es mayor violencia y división. La violencia llama a la violencia, la destrucción aumenta la fractura y separación», advirtió. «La violencia termina volviendo mentirosa la causa más justa», sentenció, en una misa masiva que celebró en las afueras de esta ciudad, «capital» ancestral de los mapuches y de la Auracanía, la región más pobre de Chile.

«¡No a la violencia que destruye!», clamó Francisco , que en una celebración eucarística, a la que asistieron 150.000 fieles y estuvo marcada por lecturas, cánticos y rituales indígenas de lo más coloridos, en su sermón también rechazó «otra forma de violencia». Esa violencia implícita «en la elaboración de ‘bellos’ acuerdos que nunca terminan de concretarse». «Bonitas palabras, planes acabados, sí -y necesarios-, pero que al no volverse concretos terminan «borrando con el codo, lo escrito con la mano». Esto también es violencia, porque frustra la esperanza», precisó.

Francisco-que llegó hasta esta ciudad a 618 kilómetros al sur de Santiago después de una hora de vuelo-, aludió así a las recurrentes mesas de negociación y convenios habidos a lo largo de las últimas décadas entre diversos gobiernos chilenos y las comunidades indígenas, que jamás solucionaron el conflicto mapuche. Un tema aquí candente, al igual que en la Argentina. Los mapuches representan cerca del 9% de la población chilena (de 18 millones de habitantes) y el 24% de esta región. Presentes también en el sur de nuestro país, fueron discriminados y avasallados en el pasado y reclaman que se les devuelva tierras ancestrales, que están desde principios del siglo pasado en manos de grandes latifundistas y empresas forestales. Si bien muchos son pacíficos, algunos se han radicalizado y vuelto violentos, como es el caso de la organización de resistencia mapuche de la CAM (Coordinadora Arauco Malleco). Para llamar la atención ante su reclamo, en los últimos años perpetraron centenares de atentados incendiarios en esta zona, primero a camiones de empresas madereras, luego a iglesias. Y, en lo que resultó una escalada brutal, en 2013 prendieron fuego a una casa de un fundo, en un ataque en el que murió un matrimonio de origen alemán, conformado por el empresario Werner Luchsinger y Vivianne Mackay.

Francisco arrancó su homilía saludando en «mapudungun», la lengua mapuche. «Mari, Mari (buen día), «Küme túnngün ta niemün (la paz esté con ustedes), saludó. Elogió el paisaje de «majestuosos volcanes nevados, lagos y ríos llenos de vida» de esta zona del mundo, «que nos eleva a Dios», para luego recordar las injusticias padecidas por los mapuches y demás pueblos originarios que viven en tierras australes, como los rapanui (Isla de Pascua), aymara, quechua, atacameños y otros, presentes en la misa, a quienes saludó especialmente.

«Arauco tiene una pena que no la puedo callar, son injusticias de siglos que todos ven aplicar», dijo luego, citando a Violeta Parra y desatando aplausos entre la multitud.

En una jornada soleada Francisco fue aclamado como un héroe al llegar al aeródromo de Maquehue, cuando dio vueltas por el predio en papamóvil. «¡Francisco, amigo, el sur está contigo!» coreó la multitud, en la que se destacaban unos 500 argentinos de Movimientos Populares -reconocibles con banderas y pancartas-. Maquehue, que se levanta en un terreno que es una base aérea, reclamado por los mapuches, también fue durante la dictadura de Augusto Pinochet un centro de torturas. Francisco lo recordó en su homilía cuando destacó que en el lugar «tuvieron lugar graves violaciones a los derechos humanos». «Esta celebración la ofrecemos por todos los que sufrieron y murieron y por los que cada día llevan sobre sus espaldas el peso de tantas injusticias», dijo, pidiendo un minuto de silencio que estremeció el ambiente.

Inspirándose en el Evangelio del día, luego de llamar a rechazar el «avasallamiento de unos sobre otros» y a «no permitir que nos gane el enfrentamiento ni la división», en el sermón Francisco hizo un fuerte llamado a la unidad. Una unidad «que no es un simulacro de integración forzada», ni «una uniformidad asfixiante que nace del predominio y la fuerza del más fuerte», sino «una unidad que reconoce lo que cada pueblo, cada cultura está invitada a aportar en esta bendita tierra», afirmó. «El arte de la unidad necesita y reclama auténticos artesanos que sepan armonizar las diferencias en los «talleres» de los poblados, de los caminos, de las plazas y paisajes», agregó. «No es un arte de escritorio, ni tan solo de documentos, es un arte de la escucha y del reconocimiento. La unidad que nuestros pueblos necesitan reclama que nos escuchemos». E identificó a la solidaridad como «la única arma que tenemos contra la «deforestación» de la esperanza».

Acto seguido, rechazó la forma de violencia que destruye y mata, así como la otra, que lleva a la frustración con acuerdos que quedan en la nada. «Estas actitudes son como lava de volcán que todo arrasa, todo quema, dejando a su paso sólo esterilidad y desolación. Busquemos, en cambio, el camino de la no violencia activa, «como un estilo de política para la paz»», exhortó, provocando aplausos. «Busquemos y no nos cansemos de buscar el diálogo para la unidad. Por eso decimos con fuerza: Señor, haznos artesanos de tu unidad», concluyó.

 

 

 

Fuente: La Nación

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