09-11-20 «El déficit se va a reducir por la recuperación económica, esperamos un ciclo virtuoso», vaticina el ministro de Producción en una entrevista con LPO.
La foto de Perón con un changuito lleno, testimonio impiadoso de una Argentina más próspera, ilustra la publicidad enmarcada de un programa que bien mirado es una metáfora de la ficción consentida que es gobernar: Precios Cuidados.
Matías Kulfas es un intelectual puesto a ministro. El despacho enorme, tapizado en mármol y maderas lustradas de la belle epoque argentina, de ese país industrial y un poco prepotente, no vibra con ninguna urgencia desbordada. Es la suspensión de la pandemia, pero acaso también un reflejo del tono del ministro.
¿Se puede hacer política industrial con una macroeconomía tan desequilibrada como la Argentina?
Es parte del mismo problema. Para tener una macro más estable hace falta tener más política industrial, que permita producir más, exportar más productos argentinos y reemplazar algunas importaciones que se pueden producir en el país. Eso contribuye a mejorar la macro y al mismo tiempo, por supuesto, es necesario que la macro se vaya estabilizando. Pensamos que es un proceso a hacer de manera simultánea, no hay manera de esperar, porque parte de los problemas macro tienen que ver con las debilidades de la política industrial del gobierno de Macri, que tuvo una actitud abiertamente contraria a aumentar la producción manufacturera en la Argentina. Había empresarios a los que se les invitaba a dejar de producir, a importar de China, a quedarse simplemente con la marca, con el know how, pero no para producir acá.
¿Qué significa hacer política industrial en la Argentina?
Política industrial significan varias cosas. Por un lado, financiamiento a la inversión productiva a tasas razonables. Hemos bajado la tasa de interés drásticamente, estaba arriba del 120% hace un año. Hoy hay financiamiento al 22%. Es también desarrollo de proveedores en el país, significa estimular más compras a productos argentinos. Se tiene que producir con precios razonables, con costos razonables y productos de calidad. Trabajamos con autos, con industria naval y diferentes ramas de la producción. Y tercero el comercio exterior, que es ver en qué proyectos industriales se puede volver a estimular una producción que reemplace importaciones y genere más exportaciones. Ahí hemos generado un nuevo paquete de estímulos al reducir o eliminar derechos de exportación industrial y aumentar los reintegros, un mecanismo de devolución de impuestos locales.
¿Hay antecedentes comparativos en el mundo de países con la macro tan desequilibrada como la nuestra que al mismo tiempo hayan alcanzado políticas industriales exitosas?
Uno puede ver en la historia muchísimos países donde contrariamente a lo que se supone tuvieron macroeconomías con algunos niveles de desequilibrio. Es parte del juego. No es un ejemplo replicable en la Argentina, pero uno mira la trayectoria de crecimiento de Corea del Sur y lo logró con un nivel de inflación que era no muy diferente al que hubo en Argentina en los últimos años -dejemos afuera a 2019 que fue un salto muy grande-. Esto hay que verlo de manera dinámica. La macroeconomía es fundamental para generar condiciones para la inversión, pero al mismo tiempo que esa inversión productiva mejore los fundamentos macros es central para darle sustentabilidad a economía.
Menciona los créditos blandos que están dando a la producción. Emmanuel Álvarez Agis cuestiona esto porque dice que los empresarios los han usado para adelantar importaciones, con lo cual se pierden dólares y el propio Gobierno está incentivando indirectamente la presión sobre el Central.
Las importaciones están en un nivel muy bajo. Uno mira la evolución de este año y el acumulado está dando 24% de caída respecto a 2019, que fue un año malo. Están en un piso. Es cierto que en septiembre hubo una recuperación, pero veníamos de un trimestre malísimo, de los peores de la historia económica del país, porque pegó muy fuerte el coronavirus y la necesidad de imponer restricciones. En términos de financiamiento lo que estamos haciendo es recalibrándolo. Empezamos a fines de marzo con un paquete muy fuerte como una de las respuestas al coronavirus, para darle liquidez a las empresas. Luego lo hemos ido restringiendo. Lo que queremos ahora es que el crédito esté focalizado en inversión productiva y recuperación de empresas. No tengo dudas en que mi querido colega y amigo Emmanuel va a estar de acuerdo (risas).
Guzmán plantea que un déficit para el año que viene de 4.5 puntos del PBI y algunos incluso hablan de un esfuerzo para que sea menor incluso a lo que dice el Presupuesto. ¿Esto implica qué van a tener que desarmar el ATP, el IFE y soltar tarifas? ¿No le va a pegar a la producción? ¿Cómo se conjuga una política de expansión de la industria con la necesidad o el planteo de un ajuste tan importante?
El déficit fiscal se va a reducir fundamentalmente porque va a aumentar la actividad económica, se va a recuperar parte del terreno perdido este año por el coronavirus y esa recuperación va a hacer que crezca la recaudación. Es una recuperación virtuosa la que estamos esperando. Respecto a IFE y ATP, son dos instrumentos de la crisis del coronavirus. Nuestra intención es que el ATP finalice a fin de año, así está escrito en el último decreto. Es decir, acompañar a los sectores críticos como turismo, gastronomía, cultura, los últimos en recuperarse, con el salario complementario y al resto algún esquema de crédito subsidiado. Y si hay algún caso puntual está el programa Repro de Trabajo. El IFE fue implementado en el peor momento de la crisis del coronavirus, cuando había problemas muy graves en el sector del empleo informal. Esto se fue recuperando. Se está reactivando la industria, se está reactivando la construcción. Son sectores muy generadores de empleo, con lo cual entendemos que el sentido del IFE se va perdiendo. Habrá en todo caso algunos que pasen al programa de Desarrollo Social de potenciar trabajo, otros que recuperarán el empleo que se perdió y lo que quede se verá si es que hay que hacer alguna política social más específica. Estamos esperando que la vacuna funcione y que salgamos de la crisis y entremos a una fase de postpandemia.
Habló de potenciar las exportaciones. En el organigrama del Estado no hay una Secretaría de Estado, un organismo específico que centralice, coordine, todas las acciones vinculadas a las exportaciones. ¿Es necesario?
Lo que pasa es que exportaciones es un tema transversal. Por un lado, está la promoción comercial externa y los acuerdos internacionales. Un tema típico de Cancillería. Después hay un trabajo que tiene que ver con generar los proyectos productivos que puedan generar saltos exportadores. Y ahí hay varias cuestiones. Está el trabajo nuestro con Agricultura, vinculado al desarrollo de las carnes. Argentina tiene un potencial enorme dada la demanda que hay en Asia de carnes, para transformar materias primas como maíz, soja, en carne porcina, vacuna, y esto es un potencial exportador gigantesco para la Argentina. Hay proyectos vinculados a Energía que también pueden ser exportadores y es un trabajo nuestro con la Secretaría de Energía. Y tenemos todo el nuevo paquete de economía del conocimiento, que es un tema central. Pensamos que Argentina puede ir de los 6 mil millones de dólares actuales a 10 mil millones de dólares de exportación de servicios basados en software. Esto es un trabajo con las empresas y grandes compañías internacionales.
La Argentina tiene lamentables antecedentes de distorsiones de beneficios planeados para favorecer la industria…
Hemos actualizado más de 5 mil posiciones arancelarias del sector industrial. Notamos que la mayoría de los reintegros los recibían las materias primas industriales en vez de recibirlos los productos finales o los bienes intermedios. Había un incentivo para exportar más materias primas antes que bienes finales. Esto lo modificamos, fue un trabajo muy minucioso y lo terminamos de anunciar a comienzos de octubre.
En su último libro usted detalla cómo la política energética en el último mandato de Cristina se convirtió, por la no actualización de tarifas, en un problema macroeconómico. El año que viene como vimos hay en el Presupuesto una exigencia de reducción del déficit que sugiere que soltarán tarifas. Le pregunto si esto es así y si no va a pegar en los costos de una industria que viene golpeada.
La energía tiene dos impactos macroeconómicos relevantes. Uno es el aspecto fiscal, que tiene que ver con los subsidios y el otro tiene que ver con el sector externo, que es disponer sobre todo de la oferta necesaria de gas. Porque Argentina tiene una matriz energética donde dos terceras partes de la generación eléctrica se hacen con gas natural. En ese sentido, me parece importantísimo destacar que se ha cerrado un esquema de estímulo al gas natural. Todo un esquema de incentivos que va a permitir en los próximos años aumentar la oferta de gas natural y esto va a evitar que sea necesario recurrir a importaciones. Respecto a tarifas, es un tema que está manejando el ministro Guzmán y ya ha comentado la idea de que el año que viene comience una actualización. Él podrá dar los detalles para ver de qué manera se espera implementar para que obviamente no afecte el tema de costos de las empresas.
¿Cómo está la industria automotriz con esta relación de muy poco diálogo con Brasil?
Con Brasil tenemos un buen nivel de diálogo. En los últimos meses hubo incluso algunos cambios en autoridades y tenemos un muy diálogo con el viceministro Roberto Fendt, hemos generado una buena agenda de trabajo con ellos.
¿Dice que las diferencias políticas de Bolsonaro con Alberto no están molestando en la gestión?
No, yo debo decir que en los últimos meses ha habido un cambio importante en el nivel de relacionamiento. También destacar el trabajo que hace nuestro embajador Daniel Scioli que creo que ha ayudado mucho a fortalecer ese diálogo.
Paradójicamente se habla poco hoy de Brasil, siendo tan determinante para nuestra industria.
Nosotros estamos trabajando mucho con ellos, en una agenda positiva. Nos consideramos socios. Esa es nuestra visión sobre el tema. El automotriz es un sector importantísimo para la Argentina que venía muy golpeado por la crisis de 2018-19 y además por la pérdida de rumbo industrial. Lo que uno veía es que salvo alguna excepción puntual, la mayoría de las terminales llegaron a un nivel de integración local casi nulo, con cada vez más vehículos importados. Hemos recuperado la política industrial, tenemos un esquema de acuerdos con ellos, con las autopartistas y con los dos gremios, Smata y la UOM. La idea es aumentar la producción con fuerte salida exportadora sobre todo en los vehículos de mayor volumen, las pick-ups y SUV. Y también uno de los grandes desafíos del desarrollo que tenemos es la electromovilidad. El mundo avanza hacia la producción de vehículos eléctricos y Argentina tiene que ser parte de esa movida. Tuvimos un anuncio importantísimo en Toyota donde se anuncia una inversión en la industria del litio. Sale de Jujuy. Esta nueva inversión deja las bases sentadas para que Argentina tenga una fábrica de baterías de litio, que son los principales componentes de un vehículo eléctrico. Y estamos terminando un proyecto de ley que va a generar estímulos para la producción en el país de vehículos eléctricos.
Mencionaba lo del macrismo que desarmó la idea de una Argentina industrial. Y parece un debate muy viejo. ¿Cómo lo actualizaría hoy? Macri decía que la industria posible acá es la del conocimiento, Mercado Libre, Globant, que el resto es deficitario.
Macri empezó el gobierno diciendo que Argentina tenía que ser el supermercado del mundo. Esa era su apuesta. La realidad es que la mayoría del sector industrial padeció sus políticas, se achicó, y tampoco crecimos en alimentos. Una de las principales fábricas de alimentos en la Argentina, la más emblemática en cuanto a su globalización, perdió terreno y terminamos importando latas de tomate. La verdad que como política de desarrollo fue un desastre. Después al poco tiempo de empezar dijo que la ley de software no se iba a renovar, que terminaba en 2019 y cuando empieza ese año y se da cuenta que había fracasado el supermercado del mundo, que el resto de las apuestas que había hecho no habían funcionado, ahí apareció con una ley de economía del conocimiento, que para algunos era una especie de reforma tributaria encubierta. Por eso nosotros hicimos una revisión y creo que tenemos una ley mucho mejor.
¿Podemos decir entonces que la ley de economía del conocimiento es política industrial?
En el mundo la política industrial está tan vigente como siempre, pasa que son políticas industriales distintas a las del pasado. Son políticas industriales 4.0 que combinan la manufactura de los procesos industriales con las nuevas tendencias a la digitalización, robotización, automatización. Eso es lo que está haciendo todo el mundo. Uno mira el mapa de política industrial hoy y todo Europa la tiene, Estados Unidos, China, Japón. Y Argentina también la tiene que tener.
¿Cree entonces que todavía no perdimos el tren para hacer política industrial?
Yo creo que no, pero estuvimos cerca. Me parece que cuatro años más del gobierno anterior no nos dejaban bien parados.
Macri solía elogiar el modelo de Chile, que casi no tiene política industrial. Y tampoco les va mal…
Chile ha tenido algunos éxitos de política industrial puntuales, en lo que hace a alimentos. Pero han sido más focalizados. Nosotros somos un país más grande en territorio y población y necesitamos tener una política industrial. Lo que pasa es que es distinta a la del pasado, no hay más dicotomía de campo-industria, recurso natural-tecnología. Ya son entramados productivos. La idea es que si vamos a desarrollar la industria del petróleo y el gas, eso implica tener atrás todo un conjunto de proveedores de tecnología, de maquinaria, de soluciones 4.0 para producir con eficiencia. La minería tiene también estos desafíos. Cuando uno habla del campo hoy, cada día habla más de digitalización. Un campo que tiene drones, satélites. Veía por ejemplo una empresa nacional, Satellogic, que acaba de desarrollar tres satélites nuevos y los puso en órbita. Y esto es información en tiempo real para mejorar la productividad de la producción agropecuaria. Por eso digo, no es que la política industrial perdió sentido, es que se adapta a la nueva revolución industrial del siglo XXI.
¿Cree que estamos en condiciones en algún momento de dar un salto parecido al que mencionó de Corea o incluso de Israel que pasó de ser un país más atrasado que Argentina a ser líder?
Yo no creo que ni Corea ni Israel sean casos que uno pueda extrapolar. Son situaciones muy distintas en todo sentido. En su historia, en su estructura productiva, social, la geopolítica. Uno puede inspirarse, ver algunos programas o ideas que funcionaron. Pero yo creo que Argentina tiene características muy especiales. Por ejemplo, es un país que tiene mucho recurso natural, cosa que Corea del Sur no tenía cuando arrancó. Y al mismo tiempo es un país que tiene una base productiva industrial. Acá tiene que generarse un modelo productivo donde por un lado pueda darle más contenido tecnológico a las actividades primarias y al mismo tiempo fortalecer el desarrollo de la industria porque venía muy golpeada y la estamos recuperando.
Recién decía que si Macri seguía cuatro años más, por ahí ya perdíamos el tren de mantener una estructura industrial. ¿Cuánto tiempo necesita la Argentina de política industrial sostenida para disipar ese riesgo? ¿Es posible algún tipo de acuerdo con las principales fuerzas políticas, como debería haber con la macroeconomía, que no lo tenemos, también con la política industrial?
Esa es nuestra gran apuesta. Argentina necesita un gran acuerdo económico y social, que trascienda un gobierno. Argentina tiene que salir de la lógica pendular y buscar esos puntos de encuentro. Nosotros hemos empezado ya con este trabajo. Planteamos diez grandes consensos que queremos estructurar con todos los sectores productivos y sociales. Entender que la política industrial, no es que los países desarrollados la hicieron y una vez que lograron cierto nivel de desarrollo ya está, dejaron de hacerlo. Todos los países importantes tienen política industrial porque tienen claro que si no hacen algo, el estado para fomentar o para incentivar esas inversiones, corren el riesgo de perder el tren. Entonces si los países en desarrollo hacen esto, nosotros tendríamos que estar todavía mucho más activos de lo que ocurrió en los últimos años.
¿De dónde cree que viene este debate interminable sobre la política industrial, que va desde la mirada conspirativa que sostiene que los países centrales no quieren que Argentina se convierta en una potencia industrial o un neoliberalismo criollo que ve a la industria como sinónimo de ineficiencia? ¿Por qué nunca logramos cerrar esta discusión?
Es una buena pregunta. La realidad es que esto viene ocurriendo desde hace varias décadas. Creo que en Argentina ha habido históricamente algunas pujas o conflictos distributivos mal resueltos. Llegaron digamos a esta grieta, a esta confrontación casi permanente. Pero estos conflictos de intereses no debería inhibirnos de hacer política para ver cómo los resolvemos. Porque otros países lo han resuelto, no es que Argentina es un experimento mundial único donde hay contradicciones de intereses. Uno piensa en Australia, Canadá, los países nórdicos, donde también hubo contradicciones y han tenido la capacidad para resolverlas, para administrarlas y que no impidan generar un proyecto con una base de consensos. A eso tenemos que apuntar, a generar condiciones para crecer no solamente en 2021, sino por 10, 15, 20 años más, para poder sacar a los argentinos de la pobreza y generar una estructura que resuelva las grandes desigualdades que hay en el país a nivel territorial, a nivel de ingresos.
¿Hubo algún período en el que la Argentina tuvo al menos una década de política industrial sostenida?
Yo creo que el peronismo clásico, llamémoslo, tuvo un periodo de diez años de crecimiento muy importante, con un problema de balanza de pagos a mitad del período que Perón resolvió muy bien. Un tema por cierto que se dice poco en la historia. Uno ve el primer peronismo 1946-1949 es un período de crecimiento extraordinario, uno de los mayores períodos de inclusión social de la historia del capitalismo. Luego viene una crisis de balanza de pagos y lo resuelve muy bien Perón. He escuchado gente decir que Perón se va por la alta inflación, lo cual no es cierto: en sus últimos 3, 4 años, la inflación anual era del 3%. Creo que Perón resolvió muy bien la cuestión de la antinomia entre crecimiento y balanza de pagos, estaba en un buen camino y el golpe de Estado que sufre tiene que ver con cuestiones políticas, no con cuestiones económicas.
Luego tuvimos una muy buena etapa entre 2003 hasta 2011, donde la economía se recuperó fuertemente. Reapareció la política industrial. Pero bueno, luego se chocó nuevamente con la restricción externa. Nosotros tenemos que ver el desafío desde el peronismo justamente en resolver estas dos cuestiones. Reactivar la economía, recuperar una senda de crecimiento y de desarrollo económico que al mismo tiempo resuelva esta histórica traba.
En un período muy largo de casi un siglo sólo menciona dos décadas de política industrial sostenida, suena a poco ¿Esto no es un argumento a favor de quienes proclaman: ‘hasta cuándo vamos a seguir apoyando a la industria, si nunca arranca’?.
Lo que pasa es que tener industria es una decisión de política y de país. Todos los países desarrollados siguen teniendo política industrial, no es que se desarrollaron y se desentienden del problema, no es cierto eso. Yo invito a cualquiera a revisar las decenas de programas de política industrial que tienen los países desarrollados. Lo que sí creo que hay que tener en claro en la política industrial en este siglo XXI, es que vivimos una etapa de globalización, lo cual requiere especialización productiva. Pero insisto, yo creo que la discusión acá no es hasta cuando apoyar a algún sector, sino sobre los métodos de producción.
Fuente : LPO