Dejó el cargo internacional en la Aladi, que ocupaba desde hacía seis años
Hace una semana, y después de mucho tiempo de ausencia, los mozos de su bar preferido, el mítico Varela Varelita, lo vieron llegar para tomar un café con su hija Lucía, a metros del antiguo departamento palermitano de la calle Paraguay donde se cocinaron experiencias políticas exitosas y transcurrieron, también, sus momentos políticos más amargos.
Carlos «Chacho» Álvarez, fundador del Frepaso y ex vicepresidente de la Nación por la Alianza, está de nuevo en Buenos Aires luego de largos años de «exilio político» en Montevideo, donde ejerció sucesivamente como presidente del Mercosur y secretario general de la Asociación Latinoamericana de Integración (Aladi), cargo que desde el 1º de este mes ocupa el mexicano Alejandro de la Peña Navarrete.
¿Qué responsabilidad tuvo el gobierno de Mauricio Macri en que Álvarez no continuara en el cargo, que asumió en septiembre de 2011 junto con los entonces cancilleres Nicolás Almagro (Uruguay), Nicolás Maduro (Venezuela) y Héctor Timerman? «Ninguna. Se le terminó el mandato y son los 13 países miembros los que eligen el secretario general», se atajaron ante la consulta de LA NACION en la Cancillería. Y agregaron: «Tampoco es normal que un representante de un solo país sea secretario por tantos años y que no haya rotación. Se buscó darle a otro país ese privilegio», agregaron las fuentes de la política exterior argentina.
Desde que renunció, en octubre de 2000, a la vicepresidencia de la Nación, en medio de sus denuncias sobre sobornos en el Senado, y dejó al gobierno de Fernando de la Rúa herido de muerte, Álvarez entró en un ostracismo voluntario, del que salió, aunque parcialmente, en 2005, cuando por gestión del entonces presidente Néstor Kirchner asumió como presidente de la Comisión de Representantes del Mercosur.
Estuvo allí hasta fines de 2009, y un año y medio después, sin cambiar Montevideo como residencia oficial, asumió en la Aladi, una institución con poca visibilidad pública, cuya sede está en la capital uruguaya, dedicada, según el sitio web del organismo, a la «convergencia progresiva de acciones parciales hacia la formación de un mercado común latinoamericano».
A pesar de bajar casi totalmente el perfil y no participar más de la vida política activa, Álvarez defendió al kirchnerismo (por lo menos su política exterior) hasta el fin del gobierno de Cristina Kirchner. De todos modos, y a diferencia de algunos de sus viejos compañeros frepasistas, como Darío Alessandro, que dejó su puesto como embajador en Perú seis días después del triunfo electoral de Mauricio Macri, o Juan Pablo Cafiero, que también dejó el Vaticano antes del fin del gobierno de Cristina, Álvarez continuó en su cargo por casi dos años. «Tenemos una delegación argentina en la Aladi que fue seleccionada por la Cancillería, pero con el secretario general no tuvimos ni tenemos nada que ver», aclararon en el Gobierno.
Mientras su teléfono sigue sin responder llamadas de periodistas, con 68 años y otros vientos políticos en el poder, Álvarez medita sus pasos. En estos días su nombre volvió a ser mencionado por los medios, dado que su récord de votos como candidato a diputado por la Capital en aquel octubre de 1997 (56%) está en la mira de Elisa Carrió, candidata de Cambiemos en las legislativas del próximo 22 de octubre. «Es un tipo muy capaz, va a reinsertarse seguro en cualquier lado», sorprendió una elogiosa fuente oficial, aunque el fundador del Grupo de los 8 durante el período menemista está en las antípodas del pensamiento del gobierno de Cambiemos.
Fuente: La Nación