30-10-20 Vecinos de distintos barrios cerrados del conurbano se organizaron para contratar a un nuevo negocio en cuarentena: Jardines rodantes. El desafío de educar a la primera infancia en plena pandemia
Cabe resaltar que esta es una práctica irregular. Es decir, no está prohibida pero tampoco contemplada en una ley específica sobre cómo puede llevarse a cabo. La Ley Nacional de Educación contempla la educación en casa en situaciones de emergencia o fuerza mayor cuando por «razones de salud, se ven imposibilitados/as de asistir con regularidad a una institución educativa» (Art. 60 – Ley N° 26.206).
De todos modos, la problemática se acrecentó en cuarentena y surgió a partir de la espera que las familias tuvieron ante el no reinicio de las clases, en especial, del nivel inicial.
«Con los vecinos del barrio cerrado decidimos a partir de mayo no hacer más cuarentena» dice Sol, madre de un niño de dos años, que vive en zona norte. La imposibilidad de contar con su empleada doméstica, de licencia por maternidad, le abrió un debate sobre cómo continuar con su rol de mamá, trabajadora y sostén de la casa. Al ver que tanto su hijo, como los de los vecinos se solían reunir en el barrio, decidieron averiguar para contratar un servicio de Jardín rodante.
«Se llama rodante porque cada semana están en cada casa, no van a una institución» aclara Sol. Llevaron a cabo una serie de entrevistas hasta que finalmente se decidieron por una propuesta lúdico-musical: «Los vecinos traen a los chicos a una de las casas y se quedan con la maestra unas tres horas hasta que termine el jardincito del día. Nosotros, los adultos, no intervenimos y el dueño de casa tiene que estar por si se necesita algo propio de la casa, pero no interviene en lo pedagógico».
«Teníamos una vecina que había hecho un grupo así en el verano y nos recomendó hacerlo. No conozco un caso ahora en otro country pero a nosotros nos re costó conseguir el jardín rodante. Nosotros somos uno de los primeros que empezamos a tener» relata Sol.
¿Cuál es la propuesta?
Eugenia es la dueña de uno de los jardines rodantes que trabajan en el conurbano. Al día de hoy cuenta con más de veinte «cursos» o «salitas» en distintos barrios cerrados y su propuesta cuenta con maestras jardineras, psicopedagogas, musicoterapeutas y profesoras de música. Buscan una interacción educativa a través del vínculo con lo artístico.
«En general esta propuesta resuelve mucho en los barrios cerrados donde las mamás no quieren moverse mucho, entonces van de una casa a la otra. De este modo, evitan también un montón el tema de los contagios» explica Eugenia.
Hace cuatro años que comenzó con este formato de educación «Home Schooling», donde los padres tienen la posibilidad de recibir a los docentes en sus propias casas para una enseñanza hogareña: «Lo que está pasando en este contexto de pandemia es que está explotado. Trabajamos no sólo con los jardines rodantes, sino también mandando a una maestra a la casas«.
Un día en un Jardín rodante
Al no asistir a una institución, la sede para cada clase rota de acuerdo a las casas de los padres de los niños. Todas las semanas es en una casa diferente. Los padres deben dejar a sus niños en la casa de anfitrión y no pueden ingresar, desde ese momento ya no interfieren.
Las primeras veces se hace una adaptación, tal como un jardín de infantes común, hasta que el niño se acostumbra al nuevo ámbito. Las clases están planificadas en base a estrategias lúdicas y, en muchos casos, musicales y artísticas.
Al ingresar, la maestra jardinera los recibe con un primer momento de ronda y algo de música, como introducción al día antes del desayuno. El único padre que puede permanecer es el dueño de casa, pero no tiene permitido intervenir. Solo la maestra puede hablarle en caso de que necesite algo específico (una manta o algún juego puntual que suministre).
Se utilizan espacios internos y externos, ya que la mayoría de estas casas cuentan con jardines, los mismos también son parte del «aula» que los niños poseen para jugar.
Luego del desayuno, se regresa a otro momento artístico-musical, pero ya con juegos más dinámicos y corporales. Los grupos de estudiantes son, como mucho, de seis niños, por lo que las actividades hacen fuerte hincapié en lo vincular.
La propuesta del día varía según la planificación, pero puede ir desde proyectos de exploración en los jardines hasta juegos con pinturas. El momento previo al cierre es un espacio de lectura de cuentos.
Toda la jornada dura unas tres horas. Los padres retiran a sus hijos como si fuera un día convencional y regresa cada uno a sus casas.
¿Actividad esencial?
«Hay barrios en los que uno entra sin mucha autorización o autorizados pero con un perfil medio bajo por eso también los grupos no son muy grandes y se trata de hacer todo como medio en carpa sin pedir permiso. Es una situación de jardín blue, de una situación paralela al contexto que se está viviendo», explica Eugenia.
Por su parte, Sol valora el trabajo que encontró en los jardines rodantes y considera fundamental el aporte que lleva a cabo en el barrio en plena cuarentana: «Necesitábamos a alguien que nos cuide a los chicos a la mañana aunque no sea, por ahí, una persona que trabaja periódicamente acá. Los chicos necesitan sociabilizar con esta persona, porque solamente lo estaban haciendo con nosotros. Además, necesitábamos alguien que sostenga un rato para poder trabajar».
«Se busca que los chicos puedan jugar y relacionarse entendiendo que las mamás ya no pueden más. Los niños necesitan relacionarse con otros niños, entendiendo también que las mamás necesitan más tiempo para trabajar» amplia Eugenia que, a su vez, explica que ese mismo problema también lo vive ella como madre.
«Toda la propuesta tienen estrategias de Montessori y Waldorf. Juegan con hojitas, hacen expediciones en las casas, hacen hogares para lombrices, cantan la maestra, tocan la guitarra, juegan con agua… Nosotros disponemos nuestros jardines para ayudarlos y que pueden usarlo» cuenta Sol.
Eugenia defiende la actividad desde la importancia que no solo tiene para los niños, sino también para los adultos: «Yo me relaciono mucho con las madres. ¡Llego y están todas como locas! Siempre que me ven me dicen que no pueden más. Imagínate que esa es la necesidad que tienen«.
¿Cuánto cuestan?
Si bien los precios van variando de acuerdo a las propuestas, en promedio los Jardines Rodantes están cobrando $7.500 mensuales. Esto incluye «clases» o «encuentros» todos los días, de lunes a viernes, por un lapso de 3 horas.
Fuente : A24.com