«Te acordás de lo que pasó el 30 de diciembre de 2004 en Buenos Aires?». Pasaron ya 20 años de ese trágico momento en la historia de la ciudad y de la Argentina. Como con cualquier hecho que es un punto de inflexión aquí o en el mundo, para bien o para mal, cualquier persona que haya vivido ese día recuerda perfectamente en donde estaba cuando estalló el incendio que provocó la tragedia de Cromañón.
Otras Victimas
El incendio en el boliche en el que tocaba Callejeros el 30 de diciembre de 2004 causó la muerte de 194 personas. Pero con con el tiempo, hubo víctimas fatales entre quienes no soportaron ese drama tan profundo: sobrevivientes que se suicidaron y familiares que murieron de tristeza.
Por el incendio que destruyó ese local para recitales en el corazón del barrio de Once, murieron 194 personas y hubo más de 1400 heridos. Estos números son por sí solos dramáticos y avergüenzan. Pero no serían los únicos. El impacto físico y psicológico fue y sigue siendo tan grave que en estos años, la lista de muertos aumentó. Muchos de los sobrevivientes y los familiares que perdieron a sus seres queridos en esa noche y madrugada infernal e interminable no resistieron. Murieron por la pena o se suicidaron.
A la ya pesada lista de ese día, hay que agregar a 17 sobrevivientes de Cromañón que decidieron quitarse la vida. También, 46 padres fallecieron en estos años, muy pocos por una cuestión de edad. La mayoría no soportó cargar el peso de perder a sus seres queridos. Mucho menos en los casos para los que no existe palabra en el diccionario: la muerte de un hijo.
Las «otras víctimas» de Cromañón
La definición está entrecomillada porque no se correcta. Solo sirve para marcar una diferencia con quienes murieron en el incendio de Cromañón o en los días inmediatamente posteriores. Nos referimos a los que lograron salir de ese infierno de fuego, humo, calor, oscuridad absoluta en una trampa mortal que era ese boliche plagado de irregularidades. «Republica Cromañón» se abrió en 1985, con el primer nombre, «Cemento». Se transformó en un lugar obligado para las bandas que iban camino a la consagración (como los Piojos, los Redonditos, Sumo, Babasónicos y a fines de 2004, tres recitales de Callejeros). Con llenos absolutos en la mayoría de sus presentaciones. Como se demostraría en la investigación posterior y en los cuatro juicios que sobrevinieron, esa noche, 30 de diciembre de 2004, hubo 4.500 personas en un sitio habilitado para solo 1.040 personas. El dato lo corroboró con precisión el abogado José Iglesias, padre de Pedro, una de las víctimas y querellante en la causa.
Y hubo personas, jóvenes, adolescentes, que lograron salir de ese lugar, pero no pudieron cargar con los efectos que se alojaron en sus mentes. Es decir, una marca indeleble, tan o más grave que las lesiones en los pulmones o quemaduras.
Cromañón: «una marca indeleble»
A24.com consultó con expertos en psicología sobre las consecuencias que no se tuvieron en cuenta, a la luz de quienes murieron en estos 20 años: «La tragedia de Cromañón dejó una marca indeleble en la sociedad y en las víctimas, tanto directas como indirectas», dice uno de los profesionales a los que se le pidió su análisis.
Las circunstancias vividas ese día – que siguieron el 31 de diciembre y en el nuevo año, en hospitales, comisarías y morgues – se asocian a un tema muy estudiado y que se resume así: TEPT. Son los «trastornos de estrés postraumático».
«Desde una perspectiva psicológica, este evento se asocia con un alto impacto en la salud mental. Las personas que sobrevivieron se enfrentaron a recuerdos intrusivos, pesadillas, hipervigilancia y evitación de lugares o situaciones que les evocan el incendio y lo allí padecido», dice la Licenciada María Inés Maidana, Psicóloga del Servicio de Salud Mental del Hospital Austral.
Es por eso, que además de la inoperancia y corrupción que también demostró la justicia como elementos coadyuvantes para la tragedia, no menos importante fue la «falta de apoyo» o altamente ineficiente de la contención psicológica personal y del grupo familiar que todas las «víctimas sobrevivientes» necesitaron desde ese día en adelante y muy pocas veces tuvieron.
Esta falta de la «presencia estatal u oficial» es vital para el funcionamiento de la sociedad, especialmente cuando ocurren estos episodios traumáticos, totalmente inesperado y que dejan una huella para siempre.
En el mismo sentido, se pronunció Daniela Sánchez, de la Coordinadora Cromañón y «Sobrevivientes Cromañón Zona Sur», que destaca el esfuerzo de esos grupos que se armaron para ofrecer la ayuda que no recibían oficialmente.
Augusto Landei, de 24 años. Se quitó la vida porque esa «indiferencia de la sociedad» fue mucho peor que lo que soportó esa noche. Alejo Toscano, de 21 años, saltó desde un balcón en un edificio en Barracas, el 8 de marzo de 2005. Poco después, el 6 de julio de ese año, Matías Pascal tomó esa misma resolución.
Es importante destacar que cuando estos jóvenes se quitaron la vida, los responsables de la tragedia ni siquiera habían sido enjuiciados. Los miembros de Callejeros alteraron detenciones, libertades provisionales y hasta fueron absueltos en el primero de los juicios, en 2009. Tampoco pudieron ver cuando el 7 de marzo de 2006 Aníbal Ibarra fue destituido como Jefe porteño en un juicio político por la tragedia de Cromañón.
Faltaba aún la responsabilidad de personal de bomberos y funcionarios de control del gobierno porteño. Omar Chabán, el gerente de Cromañón también tuvo múltiples caminos, pero en cada instancia que estuvo a su disposición siempre señalaba a «tres pe…. que dispararon las bengalas». Él siempre se vio como inocente de todos cuanto se lo acusó.
«Los sobrevivientes experimentaron un duelo traumático y un sentimiento de inseguridad colectiva. El TEPT está asociado con una alta comorbilidad con conductas suicidas, una conexión particularmente relevante en este caso», dice la profesional del Hospital Austral consultada por A24.com y agrega como resumen de todo lo que describimos en quienes no encontraron una salida para superar ese suceso: «El trauma extremo, combinado con la percepción de impotencia, la culpa del sobreviviente y la falta de apoyo, aumenta significativamente el riesgo de ideación y actos suicidas».
«No se veía nada, estábamos a ciegas, todo lleno de humo. No podías ver»
Las condiciones de Cromañón no cambiaron en ese día. Callejeros había dado dos recitales previos, con los problemas de las bengalas en ese lugar cerrado. Desbordada su capacidad. Pero además, los asistentes no lo sabían, los ductos de ventilación estaban obstruidos ya que en el techo de Cromañón había tres canchas de fútbol. Las puertas de emergencia estaban cerradas, trabadas y con candados. Para que nadie pudiera ingresar sin pagar. Así estaban cuando se produjo el incendio, la «media sombra negra» se quemó, liberó un humo tóxico y asfixiante y la luz del lugar se corto. Por si hacía falta algo más: las puertas se abrían hacia adentro (y no hacia afuera).
Las declaraciones permanentes de Chabán hacían sentir a las víctimas como culpables. Muchas veces, los medios, al mostrar lo que contaron los chicos en la previa del recital, sin querer, hicieron que los responsables verdaderos intentaran cambiar el eje de la discusión sobre el por qué de la tragedia. De nuevo, la tarea de los padres – muchos como el Dr. Iglesias, querellantes brillantes – destruyeron esas coartadas vergonzosas.
Pero la procesión siguió por dentro. Otros sobrevivientes no lo pudieron resistir. Martín Cisneros tenia 29 años cuando fue a ver a Callejeros. Resistió hasta los 40 años, se suicidó el 3 de febrero de 2015.
Para ese entonces, una sucesión de juicios había tenido lugar. El 20 días de abril de 2011, la sala Tercera de la Cámara Nacional de Casación Penal, revocó muchas de las absoluciones y condenó a Omar Chabán, a Leiva, a todos los integrantes de Callejeros y a varios funcionarios a diferentes penas. No fue el juicio esperado, pero dio algo de paz a los sobrevivientes y a sus familiares.
Pese a ello, el número de sobrevivientes que se suicidaron llegó a 17. En mayo de 2018, se quitó la vida, Andrea Amarante.
«Todos ellos, no solo lidiaron con las secuelas inmediatas del evento, sino también con el impacto prolongado de la negligencia percibida en el manejo del caso. Las investigaciones posteriores revelaron fallas graves: sobreventa de entradas, falta de salidas de emergencia adecuadas, incumplimiento de normativas de seguridad y uso de materiales inflamables en la construcción del local. Tanto los dueños del establecimiento como las autoridades encargadas de la supervisión fallaron en proteger la vida de los asistentes», dice la psicóloga María Inés Maidana.
El desgarro de los familiares por Cromañón
Los gritos de padres, hermanos y tíos rompían el silencio de la madrugada del 31 de diciembre. Repetían nombres, buscando respuesta entre quienes habían ido a Cromañón. No podían encontrarlos. A algunos sí, y la vida volvió a empezar para ellos. Pero otros desandaron caminos por las comisarías, hospitales y la morgue federal de la calle Viamonte. En ese lugar, desde el 31 de diciembre se colocaron fotos de las personas fallecidas.
El 1° de enero fue igual, un año nuevo horrible. En medio de un calor insoportable, los familiares buscaban a los suyos, y otra vez, el estado – responsable en gran parte de la tragedia – estuvo ausente. No había agua ni sillas ni baños para quienes penaban buscando a chicos que simplemente, fueron a disfrutar de un recital.
La suma de todos esos acontecimientos, más el paso de los años, que no apaga la tristeza infinita por perder a un hijo, también hizo impacto en los familiares. La ONG Familias por la vida dice que 46 padres murieron en estos 20 años. No por tener una edad avanzada. La mayoría, con los años desarrollaron diferentes tipos de tumores. Otros no tuvieron un corazón que pudiera resistir semejante dolor.
Un caso de estas muertes es emblemático y las resume a todas. Se trata de Marina Márquez, mamá de Mariana Elizabeth de Olivera Márquez. Cuando relató en la justicia lo que luchó y buscó a su hija, hizo llorar a todos los presentes. Cuando la legislatura analizaba la destitución de Aníbal Ibarra le gritó en el recinto: «Sos un cadáver político». Tuvo razón. Marina murió tiempo después.
«Para muchos, la falta de justicia y reparación adecuada prolongó el proceso de recuperación emocional, dejando heridas abiertas que, aún hoy, permanecen como un recordatorio de las consecuencias devastadoras de la negligencia y la falta de responsabilidad en la protección de la vida humana», remarca acertadamente la psicóloga consultada por A24.com.
En el juicio, uno de los integrantes de Callejeros declaró como comenzó el incendio mortal, en el primer tema que tocaban la noche del 30 de diciembre de 2004, a las 22.50 horas.
El músico dijo que las primeras palabras de ese tema decía: «A pensar y reaccionar». Si los responsables hubiesen tenido en cuenta esas dos acciones, esta nota no debería haberse escrito./A24