El paquete que viene: blanqueo, moratoria e impuesto a la riqueza


15 mayo, 2016


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Ya está. Eso
que era un secreto a voces en el mundillo empresario y según Clarín,
desde aquí el 26 de abril, acaba de ser llevado a la superficie por Alfonso Prat-Gay:
habrá finalmente un blanqueo de capitales. Aunque mejor sería decir que
habrá un proyecto de ley cuya primera escala será la Cámara de
Diputados.

La explicación de la movida, directa y sin demasiados recovecos, fue ventilada estos días por un hombre muy cercano a Prat-Gay: “Necesitamos recaudar más y mover economía y la actividad”, comentó durante encuentros personales con varios economistas.

Pasó en una ronda de consultas orientada a explorar cuestiones que
pudieran ser incorporadas al proyecto, como que entre los operadores
hubiese bancos privados además del Nación. Y aun cuando las fuentes
prefieren preservar el nombre del interlocutor, hurgando un poco se
llega a Pedro Lacoste, el viceministro de Hacienda y Finanzas.

Hubo testeos similares, solo que tuvieron lugar en
despachos encumbrados de la Rosada. Todo junto deja en evidencia los
cuidados y, de seguido, el peso que el Gobierno le asigna al tema. Sin
duda, porque así es y porque representa una jugada fuerte y de riesgo.

No se tratará solamente de un blanqueo sino de un verdadero paquetazo
fiscal que, dicen en medios privados, sería mandado a Diputados hacia
julio o agosto. Otras fuentes, ahora cercanas al campo oficial,
advierten: “Yo no arriesgaría fechas. En algunos ministerios están
trabajando a todo vapor y los tiempos pueden acortarse”.

De ese trajín habla una versión muy firme. Dice que el jueves Alberto Abad, el jefe de la AFIP, se reunió por separado con el Presidente y con Prat-Gay.

Mauricio Macri ya maduraba la idea desde cuando era un candidato con
grandes chances y la compartía con Daniel Scioli, ambos apurados por la
necesidad de empezar a corregir el descalabro fiscal heredado del
kirchnerismo. Justamente, parte del comentario atribuido a Lacoste.

Hoy la apuesta se llama 4.000 o 5.000 millones de dólares contantes y
sonantes, que podrían cosecharse entre este año y el que viene, el
período durante el cual estará abierta la ventanilla de la AFIP.

Llegado este punto, vale precisar ciertos datos. Esa podría ser la
recaudación directa, lo cual es distinto a la cantidad de plata que
según algunas estimaciones sería blanqueada: cerca de US$ 50.000
millones dependiendo del interés de los blanqueadores y muy lejos de los
US$ 366.000 millones que, descontados diversos conceptos, sumarían los
activos sin declarar.

Y si el problema del proyecto son el kirchnerismo y el post
kichnerismo en el Congreso, el problema será también de ellos. Primero
en 2009 y luego en 2013, Cristina Kirchner sacó dos blanqueos
monumentales y los dos hechos a la medida de los amigos del poder si no
del poder mismo. El último fue el que hizo famoso al CEDIN, tan famoso
como improductivo.

El nuevo régimen incluirá rigurosos controles antilavado y dejará
afuera a funcionarios y ex funcionarios públicos y a personas con
juicios abiertos por fraude al Estado y lavado de dinero. Aún así, el
macrismo deberá desplegar esfuerzos considerables para hacer
políticamente digerible la medida, pues saldrá en medio del ruido que
meten casos como el de Lázaro Baez y otros que rondan al propio
gobierno.

Pero mandan la recaudación y el objetivo de activar la economía y atraer dólares. Todo al final imprescindible.

Como en cualquier blanqueo, el dato clave es cuánto costará, pues ahí
se mide el posible rendimiento de la medida. La información en danza
habla de alícuotas que van del 8 al 10% para aquellos que decidan
mantener sus fondos en el exterior, y del 4 al 5,5% para quienes los
ingresen al país.

Sin embargo, una frase de Prat-Gay sembró dudas sobre el andamiento
de esa información: “Habrá una tasa impositiva que va a ser alta, porque
es una cuestión moral”, dijo el jueves en un encuentro con financistas.
Más que sembrar dudas, indujo a pensar que el costo será mayor al 10%.

Sigue abierta en cambio la alternativa de las alícuotas diferenciales
según se traigan o no los fondos del exterior; simplemente porque atado
va el ingreso de plata al circuito económico.

Menos difusa es la factibilidad de canalizar el blanqueo por medio de
un bono con una tasa muy baja para el Estado. Antes de ahora esto ya
fue estudiado en la AFIP.

También suena fuerte la variante de fijar alícuotas menores al resto
cuando se trate de montos chicos. Algo semejante a una ofrenda dedicada a
la clase media, que podría blanquear dólares y destinarlos, por
ejemplo, a la compra de un departamento. Hay muchísima gente con plata
en cajas de seguridad.

Además de las alícuotas, el régimen implica pagar impuestos por
fondos que estaban en negro y ambos, una doble vía de divisas y
recaudación en tiempos cuando más las necesita el Gobierno.

Parece casi definido, si no enteramente definido, que el blanqueo irá
acompañado de una moratoria amplia y generalizada. Habrá cuotas
distribuidas a lo largo de unos cuantos meses y el señuelo de un
descuento sobre pagos al contado. La aconsejan la teoría tributaria y
cierta equidad con quienes aquí han dejado caer obligaciones fiscales o,
apretados por otras perentorias, apelaron a ese recurso. Como sea, otra
vez plata pensando en la AFIP.

El paquete de blanqueo más moratoria incluirá un premio a favor de
los contribuyentes cumplidores, equivalente a pretender que no sólo hay
atenciones con los incumplidores. Probablemente haya algo extra dentro
de esta tanda, algo que también suena en despachos del área económica:
aumentar el piso del impuesto a los bienes personales, el mal llamado
impuesto a la riqueza. Quizás de los actuales 305.000 pesos a un millón
de pesos, y casi seguro aplicándolo sobre el excedente y no, como ahora,
sobre el total de los bienes declarados.

Algunos funcionarios barajaron la idea de eliminarlo directamente,
con el argumento de que le deja muy poco dinero al Fisco. Políticamente
atractiva, salvo por un detalle: las declaraciones o la evasión en
bienes personales son un canal que conecta con el
cumplimiento-incumplimiento de otros impuestos. Imposible eliminarlo.

Dice un tributarista que comprende el plan de balancear las cargas,
así no dejen de ser desparejas: “Entre la quita a las retenciones del
campo y la minería, la rebaja del IVA para la canasta familiar, los
beneficios a las pymes y otras medidas, por ahora sólo paga la AFIP. Es
bueno que también pase a cobrar, porque así esto no cierra”.

Pero dentro del nuevo paquete tributario no queda claro el papel de inversión privada realmente productiva. Prat-Gay confía en que una porción puede salir del blanqueo y confía sobre todo en la apertura del crédito externo.

Claro que hasta las inversiones más rendidoras pierden frente a las
tasas que paga el BCRA o toman el camino de la bicicleta financiera.
Federico Sturzenegger insiste en que no las bajará mientras la inflación
no dé señales de retroceso bien visibles. De momento, anticipos de la
película: falta ver la película.

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