l día de la apertura del cepo, el dueño de una
importante empresa llamó llorando a un relevante miembro de la
conducción del Banco Central. «No lo puedo creer: apreté el botón y pude
girar la plata. En los últimos cuatro años le dediqué un 30% de mi
energía a pedir autorizaciones para hacer esto; ahora puedo pensar sólo
en cómo hacer crecer los negocios», le relató.La
apertura no traumática del cepo fue la decisión económica de este
primer mes de gobierno de Mauricio Macri más festejada por los
economistas y los empresarios. Pero también en el Gobierno, porque no
todos los economistas relevantes de Pro estaban convencidos de que sería
una salida fácil. En el Banco Central, el equipo de Federico
Sturzenegger adoptó un lema: «Desear lo mejor, prepararse para lo peor».Sturzenegger
pensaba que la situación de bajo endeudamiento y de leve déficit en la
cuenta corriente habilitaba a una transición pacífica, pero que, a la
vez, al estar tan anunciado debía hacerse rápidamente. Pero el primer
resultado, con un dólar que no se pasó de largo como muchos analistas
esperaban (algunos hasta hablan de «atraso cambiario»), llevó al equipo
económico a interpretar que el audaz paso había salido bien.De
todos modos admiten que el regreso del mercado unificado se arma, de a
poco, ganando la confianza de los operadores y con la firme decisión de
no intervenir aun si en un mismo día hay fuertes cambios en la
cotización. Obviamente llegará el momento de hacerlo, pero mientras
tanto, la idea es mostrar que el dólar baja y sube.Justamente, si
de señales se trata, lo que los analistas esperan con ansiedad es saber
las metas cuantitativas del programa monetario y el plan fiscal. En el
BCRA aguardan a que el Ministerio de Hacienda que conduce Alfonso
Prat-Gay difunda la nueva política fiscal para hacer lo propio. Pero
aclaran que ya hubo, por las decisiones adoptadas, una importante
reducción en el crecimiento de la base monetaria (de 40 a 30% desde que
arrancó la gestión que reemplazó a Alejandro Vanoli). Por esa razón
juran entusiasmados que la inflación tras la devaluación bajó y que
estaría cerca de 2% mensual y, en particular, en 0,4% la última semana,
lo cual va en contra de los pronósticos privados que afirman que este
año se ubicaría entre el 35 y el 40 por ciento.En
este sentido, la mayoría de los analistas y los empresarios consultados
por LA NACION indicó que la apertura del cepo representó un gran avance
para comenzar a normalizar la economía, y que los desafíos más fuertes
que quedan por delante son la reducción del fuerte déficit fiscal y de
la inflación (ver aparte).El presidente de la Asociación
Empresaria Argentina, Jaime Campos, dijo: «Se terminó bien con el tema
del cepo, que ahogaba totalmente la economía; tenemos una visión
positiva de cómo transcurrieron estas primeras semanas. Y también es muy
gratificante haber comenzado a trabajar en la normalización del Indec».
Para el dirigente empresarial, «el principal desafío del Gobierno y la
sociedad es trabajar para bajar la inflación, para que a su vez eso
genere más empleo, sobre todo entre los jóvenes». De inmediato admitió
que «bajar los precios después de tantos años llevará su tiempo, pero el
Gobierno está muy decidido a hacerlo».El presidente de la Cámara
Argentina de Comercio, Carlos De la Vega, confirmó que «las
expectativas son favorables, porque en algunos casos se están
implementando y en otros esbozando políticas que van en el sentido
correcto, como la salida del cepo, las nuevas normas que rigen las
importaciones, el levantamiento de la prohibición de importar libros, el
cambio drástico de la política exterior y de integración económica,
junto con los anuncios del Banco Central para tratar de controlar la
emisión monetaria».Según De la Vega, ahora cabe «controlar las
fuentes que originan la inflación: el nivel de gasto público y la
emisión monetaria, y observar con atención la actitud de algunos
sectores de la oposición y del sindicalismo que, con sus conductas, no
parecen querer apoyar el objetivo de moderar el proceso inflacionario».
En particular, enfatizó que «hablar en enero de pedidos de aumentos
salariales del 40% o 50%, cuando las negociaciones paritarias se
realizan en marzo y abril, no es posible, porque no se sabe cuál será el
contexto económico y social de ese momento».Por su parte, el
presidente de la Cámara Argentina de Exportadores, Enrique Mantilla,
transmitió en su diagnóstico un moderado optimismo, pese a que el sector
fue ampliamente beneficiado por la devaluación y la reducción de las
retenciones adoptadas por la nueva administración política. «El Gobierno
está actuando con un pragmatismo constructivo; las medidas se orientan
con un rumbo positivo, pero, al parecer, de manera secuencial, por lo
que hay que ir viendo cómo se configura todo el sistema para ver el
equilibrio general. Esto es por el modelo del Gobierno, que
despersonaliza su plan económico, a diferencia de lo que se hacía en el
pasado», expresó Mantilla.En tanto, el coordinador del Foro de
Convergencia Empresarial, Miguel Blanco, sostuvo que «el Gobierno está
cumpliendo lo que prometió en la campaña electoral: las medidas se
implementaron muy profesionalmente y no se desbandó el tipo de cambio ni
la economía». Y añadió: «Por esa razón se están destrabando inversiones
de multinacionales y falta el paso importante, que es obtener el
crédito internacional». La otra medida importante, según su opinión, es
dar las señales para que la inflación empiece a disminuir, «lo cual
alineará precios y salarios, pero no será inmediato por el alto nivel de
déficit que debe ser financiado».El diputado nacional massista y
dirigente de la Unión Industrial Argentina, José Ignacio De Mendiguren,
afirmó: «En cuanto al cepo podíamos tener diferencias de forma, pero es
correcto lo que se hizo». El ex ministro de Producción del gobierno de
Duhalde dijo que «es muy importante que haya metas de inflación para que
los diferentes actores nos convenzamos de que puede ir bajando».Entre
los economistas también hubo más aplausos que reparos, salvo por parte
de Agustín D’Attellis, de la corriente kirchnerista La Gran Makro, quien
señaló que «este modelo cierra con salarios bajos y mayor desempleo», y
consideró que «todas las medidas tienen un efecto negativo sobre los
ingresos en pesos y la estabilidad cambiaria es muy coyuntural, porque
no hay tantos jugadores entre los importadores».En cambio, Ramiro
Castiñeira, de Econométrica, sostuvo que «fue un excelente inicio, sin
overshooting y con un gobierno que empezó a desarmar los parches de la
macroeconomía: ya no hay más DJAI ni cepo y todo el mundo tiene acceso
al mercado de cambios». El economista consideró que «se logró desactivar
cualquier escenario de pronunciada recesión, pero todavía no se puede
hablar de reactivación». Pero aclara que «falta encarar la madre de los
problemas: el déficit fiscal es elevado y hasta ahora se hicieron
anuncios fáciles: reducir impuestos; resta lo difícil, que es la baja
del gasto público innecesario, vinculado a los subsidios energéticos».Daniel
Artana, economista jefe de FIEL, expresó que «se regresó a una política
económica como la que se aplica en otras partes del mundo y, además,
hubo una normalización del mercado cambiario y una señal clara de que
cambió la política monetaria, pero falta el plan fiscal».En
tanto, Marina Dal Poggetto, directora del estudio Bein, afirmó que «hubo
una liberación parcial del cepo, porque están muy frenadas las
importaciones y la cobertura que había en el mercado le permitió al
Central bajar la tasa de interés; por lo tanto hay que ver cuál es el
equilibrio de tasa cuando se libere más el cepo». También admitió que
«la inflación se desaceleró en las últimas dos semanas, porque la
devaluación fue menor que la esperada».Fausto Spotorno,
economista jefe del estudio Orlando J. Ferreres y Asociados, indicó que
«se logró salir del cepo generando confianza, y tan importante como eso
fue la unificación del mercado cambiario, que incluyó una serie de
medidas acertadas por parte del Central; en materia energética, el
Gobierno también apunta correctamente, falta conocer más sobre el plan
tarifario, pero declarar la emergencia energética y avanzar en
normalizar las tarifas está bien».Ricardo Delgado, director de
Analytica, consideró que «fue un mes positivo al encarar los temas
irresueltos de la administración anterior, sobre todo por sacar al dólar
de la agenda sin una cuestión traumática, aunque yo hubiera sido más
enfático en materia de inflación, donde fueron gradualistas».Claudio
Loser, ex director regional del Fondo Monetario Internacional y
director de Centennial Group, opinó desde Washington que «el mercado
cambiario, ayudado por la eliminación del cepo y de las restricciones a
las exportaciones, funcionó bien, y la impresión general es que no tuvo
lugar un desborde inflacionario; queda mucho por hacer, especialmente en
el área fiscal, pero también hay buenas señales».Al respecto,
Alberto Bernal, jefe de estrategia global de XP Securities, dijo desde
Miami que «es realmente impresionante la velocidad con la que está
actuando la administración; Prat-Gay muestra que es muy bueno porque
ésta es una de las mejores devaluaciones que vi». En lo inmediato
sugirió «arreglar con los holdouts para que las empresas salgan al
mercado porque hay mucho interés en la Argentina, pese a que la
situación externa ya no es buena».Desde Nueva York, Mauro Roca,
de Goldman Sachs, coincidió: «Hasta ahora el balance fue más que
positivo, porque demostraron que tienen un buen diagnóstico de la
situación que heredaron y que están dispuestos a corregir los
problemas». Hacia adelante, consideró necesario atacar el déficit, sobre
todo porque «las medidas tomadas hasta ahora van en la dirección
opuesta a la consolidación fiscal».Pero Graciana del Castillo,
socia de Macroeconomics Advisory Group de Nueva York, advirtió que «no
se entiende bien cómo va a funcionar el equipo económico sin un líder
claro, o un superministro como le llaman en la Argentina. Y avanzó:
«¿Quién será el malo de la película? Ese es el papel fundamental del
ministro de Finanzas, quien debe liderar el proceso presupuestario y
poder decir no. Y es un rol crítico en este momento en que el país tiene
un déficit fiscal de 7% del PBI».FUENTE: LA NACIÓN