Suba en los ingresos por retenciones, menos producción de otros granos y el temor a la inflación, algunas de las claves del nuevo escenario
Las pantallas marcaron US$500 y tanto los productores como el Gobierno tuvieron motivos para sonreír. Es que el precio de la soja por tonelada alcanzó su valor más alto desde 2014, en un escenario que promete generar buenas noticias en materia económica. Más ingreso de divisas y mayor recaudación, justo en un año electoral, son dos factores auspiciosos que, sin embargo, pueden verse condicionados por la evolución de las lluvias y la tensión que crece entre representantes del campo y los funcionarios, con una amenaza de paro que marca apenas el inicio de un conflicto en ascenso.
«Si uno piensa que estos precios prevalecen, podrían entrar al país unos US$5000 millones adicionales respecto de los precios que hubo en promedio durante 2020», advierte Guido Lorenzo, director de la consultora LCG, quien de todas maneras plantea que la suba de la soja puede no ser permanente.
«Puede ser efecto de la sequía de este año. Hay un excedente de liquidez a nivel global que redujo el valor del dólar y acompaña una suba de los commodities. Esa parte del aumento y que vemos que es una tendencia que se consolida desde ya hace varios meses puede no ser duradera dado que difícilmente la Fed retire fuertemente los estímulos a su economía», afirma el analista.
En esa línea coincide Andrés Borenstein, de Econviews, quien destaca la suba en el precio internacional de otras commodities como el cobre o el oro como señal de una tendencia que excede la coyuntura local. Es que este año, la Argentina y Brasil experimentan una sequía asociada con el fenómeno de la Niña, que se traduce en menores lluvias, que afecta los volúmenes proyectados de la cosecha. «Eso puede indicar que se trata de un fenómeno más permanente», plantea el analista.
Sin embargo, esta disparada en el precio internacional del poroto tiene su incertidumbre asociada a las cantidades. Una perspectiva de menos precipitaciones podría implicar una disminución en la cosecha y, consecuentemente, menos saldos exportables. «En la dinámica de los precios están jugando muy fuerte también las perspectivas de sequía, que todavía no sabemos qué tan fuerte va a ser. Sí sabemos que en el caso del maíz va a restringir bastante la producción, que venía en baja», afirma Gabriel Caamaño, de la consultora Ledesma.
«Algún impacto por las menores lluvias va a haber porque ya vimos que en parte de la soja de segunda se retrasó la siembra y probablemente no se concrete porque casi se pasó su ventana. Habrá una merma en las cantidades, pero no sabemos de cuánto porque en el caso de la soja la definición del rinde se da entre enero y febrero», agrega el analista.
En ese escenario, coinciden los analistas, una mejora en los precios internacionales no compensaría la caída en las cantidades. «Y mirar el valor bruto es un análisis parcial. La suba en el precio no compensa porque cuando una sequía es fuerte, el efecto es persistente. Genera deudas en productores y eso implica menores inversiones en la siguiente campaña», advierte Caamaño.
En materia fiscal, sin embargo, es posible prever un incremento en la recaudación por retenciones. En 2020, los ingresos de la AFIP en concepto de derechos de exportaciones cerraron con una caída nominal del 2,7% (un desplome real del 31,7%, según estimaciones de LCG), asociada en parte a que, a fines de 2019, hubo un anticipo en las ventas de granos para esquivar una eventual suba en las alícuotas de las retenciones que el sector esperaba tras el cambio de gobierno.
«Sí, es mayor recaudación porque el precio de la soja, una suerte de base imponible, es mayor. La clave es que el precio alto llegue hasta fin de marzo-abril porque ahí arranca la temporada alta de liquidación», dice Matías Rajnerman, economista jefe de Ecolatina.
En ese marco, advierte que la evaluación concreta de la suba en los precios se verá en las próximas semanas. «Hay que analizar qué esperan las cerealeras y los productores en cuanto a si va a seguir subiendo o no. Más allá de que pueden cubrirse con futuros, si se espera un alza en las próximas semanas o se ve que este valor no es el techo, es un problema porque no se va a liquidar, esperando más ingresos mañana», dice el analista.
A su vez, plantea los problemas de la suba de precios internacionales vinculados al mercado interno. «Si bien el precio del poroto en la dieta de los argentinos es marginal, en el mediano plazo una soja muy cara implica menor producción de otras cosas, como maíz o trigo, y eso puede tener impacto negativo en la cosecha y los precios, sumado a medidas como el cierre de exportaciones, que sería tan mala como inesperada para el sector», concluye.
Fuente : La Nación